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LECTURAS Y COMENTARIO
EVANGELIO EN AUDIO
El precepto más importante para Jesús se explicita en dos verdades entrelazadas e inseparables: el amor a Dios y a los hermanos. Este precepto que Jesús presenta como la cumbre de la experiencia de fe en su Padre Dios, no se puede entender de forma fragmentada. No se concibe el amor a Dios desentendiéndose de los hermanos. Y tampoco se concibe el amor a los hermanos, sin tener una experiencia existencial y una relación personal con Dios. Este amor vivido en profundidad, con seriedad, y desde la exigencia que hace Jesús, se convierte en la primacía que debería saturar la vida de un creyente. Dios es el único. Dios es uno sólo. Pero a él solo se le conoce, se le encuentra y se le sirve en la vida de los otros, de los hermanos, en especial de los más débiles y vulnerables de la historia. Esta Cuaresma es el tiempo propicio para que cada cristiano vuelva a ratificar el primado de Dios y el del ser humano en su vida.
Preparación: La Cuaresma es camino penitencial, pero, sobre todo, es camino bautismal. Es camino de amor para desplegar nuestra vocación de cristianos poniendo a Dios en el centro de nuestra vida y a los hermanos como destinatarios de nuestra acción. La oración nos ayuda a ello. Abramos el corazón a la Palabra. ¡Shemá Israel...! (Es-cucha, Israel).
Lectura: El problema del pecado es siempre el mismo: adorar a los ídolos que hemos colocado en lugar de Dios (Oseas). Por eso, la conversión pasa por desplazar la ido-latría y recordar que “no tendrás otro dios más que a mí”. En esta línea de priorización y jerarquización de valores, la pregunta del maestro de la ley no es baladí. Los 613 preceptos de la Torá (248 prescripciones positivas y 365 prohibiciones) exigían su cumplimiento total.
La respuesta de Jesús es clara y sintética: “Amarás al Señor tu Dios... amarás a tu prójimo como a ti mismo: no hay mandamiento más grande que estos”.
Meditación: Los dos mandamientos principales no son separables. Toda la Ley se condensa no en una pro-hibición, sino en una actitud positiva: amar. Amar a Dios. Amar a los hermanos. Si, como decía san Agustín, la medida del amor es amar sin medida, debemos tenerlo presente para poder expresar el amor a Dios en la fraternidad con los prójimos porque, como dice la carta de san Juan, “el que no ama a su hermano al que ve, no puede amar a Dios al que no ve” (1Jn 4,20).
Oración: Señor, ayúdanos a desterrar de nuestra vida los ídolos del dinero, el éxito, el poder y el placer, la como-didad, las estructuras y nuestro egoísmo. Orienta nuestra vida para fundamentarla en Dios y amarle sólo a Él y a nuestros hermanos. Que nuestra Cuaresma sea labor artesana de aprendizaje en el amor.
Contemplación: Amar a Dios y al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Acción: En este camino cuaresmal somos invitados a “derrocar” algún ídolo para que Dios sea el único bien de nuestra vida y ocupe el centro de nuestro corazón.
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