Cuaresma 2020. El Papa: “Convirtámonos a un diálogo abierto y sincero con el Señor”
Marcos 9,30-371. Este evangelio plantea un contraste fuerte. Tan fuerte, que a mucha gente le parece intolerable y hasta posiblemente inaceptable. El relato nos viene a decir que, precisamente cuando Jesús iba instruyendo a los apóstoles del fracaso final que le esperaba, exactamente entonces, los apóstoles iban discutiendo quién de ellos era el más importante. Jesús había proyectado su vida de manera que, por causa de sus conflictos con los dirigentes religiosos, por eso se encaminaba hacia la exclusión de un fracasado. Los apóstoles, justamente en el polo opuesto, andaban proyectando su vida de forma que querían encaminarse hacia el éxito de un instalado. Y además, ellos pensaban en un instalado en el primer puesto, el sitio del "más importante".
2. Aquí tenemos retratado el contraste que hoy seguimos viendo en la Iglesia. El centro de su fe y de su vida está en el Crucificado. Pero las cosas han venido a terminar en el hecho de que al Crucificado lo representan los "instalados", hombres con poderes y títulos,con dignidades y privilegios, vestidos y revestidos de pompa y boato... La actualidad de este evangelio es fuerte y da mucho que pensar.
Los evangelistas amaban a la Iglesia. Pero ese amor no les nubló los ojos ni les cerró la boca. Ellos vieron y dejaron por escrito, para todas las generaciones, las miserias de los apóstoles. Amar a la Iglesia es querer su bien. Y el bien de la fe de los seguidores de Jesús. Y si esto es así, no está fuera de lugar tener los ojos abiertos para ver lo que sucede en la Iglesia. Y lengua suelta para decirlo —sin ira y sin resentimientos— cuando hay que decirlo. Porque callar ciertas cosas es hacerse cómplice de ellas. Y eso no es amar. A nadie. Ni a la Iglesia, ni a sus obispos, ni a los creyentes.
3.
Y todavía un detalle más: Jesús dijo lo que tenía que decirles a sus apóstoles "sentándose" (kathisas). En los evangelios, Jesús "se sienta" cuando enseña, como maestro, algo importante (Mc 4, 1; 12, 41;13, 3; Mt 5, 1; 26, 55; Lc 4, 20-21; 5, 3; Jn 8, 2; cf. Mt 23, 2) (Marcus Joel).
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