LECTURAS Y CATEQUESIS EN AUDIO (MP3 Justino)
Hoy comienza el «año litúrgico». Comienza con el tiempo de «adviento», uno de los varios
que lo componen... «Ad-viento», apócope de «ad-venimiento», significa venida,
llegada, y alude a «la venida de Cristo», que, bíblicamente hablando, son dos
venidas: la que ya tuvo lugar, que celebraremos en Navidad, y la futura, la
llamada «segunda venida» de Jesús, venida «en poder y majestad», que, en
la visión clásica tradicional, pondrá fin al mundo, inaugurará el «juicio final»
o «juicio de las naciones», y abrirá la era definitiva, el «nuevo eón», la «vida
eterna» beatífica para los salvados, y el sufrimiento eterno en el infierno para
los «condenados». Todo ello, dicho en el lenguaje clásico tradicional religioso
cristiano. Pero, ¿qué creemos hoy, realmente, de todo ello? ¿Cuánto de todo ello
lo creemos sólo «simbólicamente», con un contenido de significado muy diferente
del literal?
Los dos últimos capítulos del evangelio de Mateo forman
el llamado «discurso escatológico» de Jesús. El evangelista pone en su boca y
agrupa en estos capítulos los dichos «escato-lógicos», o sea, los que se
refieren al final (del mundo). Ya sabemos hermenéutica bíblica y no vamos a
entrar en el tema de la historicidad de esos dichos en cuanto efectivamente
dichos (o no) por Jesús. Bien pudiera ser que Jesús expresara estas u otras
ideas semejantes, porque Jesús estuvo inmerso en la mentalidad religiosa y
cultural de su época -igual que dijo que Dios «hace salir el sol» sobre justos y
pecadores, porque participaba de la visión cosmológica precopernicana-. Pero la
pregunta importante es: ¿debemos creer nosotros hoy en esa «descripción del
final» propia de aquella visión apocalíptica? ¿Creemos efectivamente que Jesús
«vendrá de nuevo», tal vez «pronto», «como el ladrón», y con semejantes
consecuencias?
Richard DAWKINS, que se ha hecho muy popular con su
combate crítico a creencias religiosas sobrepasadas (que él cree que representan
todavía la forma de creer de los cristianos inteligentes de hoy), confiesa que
queda «abatido al constatar que el 50% de los estadounidenses cree que el mundo
tiene apenas 6 mil años», y añade: «La única superpotencia mundial actual está a
punto de ser dominada por electores que creen que el universo entero comenzó
después de la domesticación del perro. Creen también que serán personalmente
‘arrebatados’ a las alturas celestiales todavía en el tiempo de su vida, hecho
que será seguido por un Armagedón muy bienvenido como heraldo de la segunda
venida de Cristo». Sam HARRIS por su parte (Letter to a Christian Nation),
aduciendo encuestas del Instituto Gallup, sustiene que «nada menos que el 44% de
la población estadounidense está convencida de que Jesús va a volver para juzgar
a los vivos y a los muertos, en algún momento de los próximos cincuenta años».
«Imagine usted las consecuencias, si algún miembro significativo del gobierno
estadounidense realmente creyese que el mundo está pronto a acabar de esta
manera... El hecho de que casi la mitad de la población de EEUU crea en eso, en
base simplemente a un dogma religioso, debe ser considerado una emergencia moral
e intelectual». Dawkins, que prologa el libro de Harris, añade que hablar de una
«emergencia moral e intelectual» tal vez es muy moderado.
Efectivamente, aunque hayamos olvidado historias pasadas
de los muchos movimientos milenaristas de siglos pasados, hoy sabemos bien de
consecuencias terribles que están teniendo en la actualidad las creencias
religiosas que derivan en violencia y terrorismo por motivaciones religiosas
verdaderamente apocalípticas, tanto de un signo como de otro. Las creencias
religiosas, sobre todo su interpretación, no son un mero «asunto privado» de
cada quien. Qué crean los norteamericanos electores del gobierno de la mayor
potencia militar del mundo, para mí no es simplemente un «asunto privado» de
ellos. Qué crean y piensen sobre el final del mundo y sobre la intervención y el
dominio que Dios tiene sobre nuestro modo de gestionar este mundo, no es un
asunto religioso privado del que la sociedad no deba preocuparse, porque, en
determinadas circunstancias, puede llegar a ser verdaderamente «una emergencia
moral e intelectual». Pensemos también en la cantidad de creyentes de pequeñas
«iglesias libres» que se multiplican entre masas de población que viven en
sectores de pobreza o miseria, y en las creencias fundamentalistas que
difunden... ¿No son realidades de interés público, tal vez de salud pública, o
incluso de «emergencia moral e intelectual»?
Casi con toda seguridad, los lectores de este comentario
bíblico no están en esas penosas situaciones religiosas a las que acabamos de
aludir. Pero es bien probable que no sepan bien qué decir ante el evangelio de
hoy: ¿seguimos creyendo en una «segunda venida de Cristo»? Probablemente no
creen en su inminencia, ni en su carácter «apocalíptico», ni en Armagedón y sus
amenazas... pero no han decidido si seguir en definitiva creyendo o no en «la
segunda venida de Cristo». Mientras no lo decidan críticamente –o sea, mientras
no personalicen su fe también en ese punto– seguirán creyendo con la creencia
tradicional (confiarán una parte importante de su vida a esa creencia), de que
lo más profundo de la realidad es que es el plan de un Dios que quiso crearnos y
ponernos una prueba, y que esa «segunda venida» será el paso a una vida eterna
de premio o castigo por nuestra conducta moral en este mundo. Todo eso es lo que
está implicado en la «segunda venida».
Ocasiones como ésta, del domingo que inaugura el
Adviento, que pone ante nuestros ojos meditativos esa segunda venida, son,
deberían ser, una ocasión para «agarrar el toro por los cuernos» y abordar estos
temas.
La esperanza ha sido considerada clásicamente como la
virtud típica del Adviento, la dimensión de nuestra vida que cultivar
especialmente en estas cuatro semanas. Como el pueblo de Israel y tantos otros
pueblos, que vivieron la historia como un caminar iluminado por la esperanza del
encuentro con Dios, el adviento nos invita a considerar nuestra vida como un
caminar que no podemos sobrellevar sino con la fuerza de la esperanza. ¿Cuál es
el peso de la esperanza en nuestra vida?
Tal vez, en el ambiente de nuestra ciudad o de los medios
de comunicación... ya se ha instalado la publicidad navideña. Para el comercio,
adviento significa bombardeo publicitario prenavideño, una navidad que, para
ellos, no sería exitosa sin un aumento del consumo en todos los campos.
Un
cristianismo coherente no puede caer en en la trampa de tanto mensaje
publicitario aparentemente religioso, que lo que pretende es solamente hacernos
consumir.
La primera lectura, de Isaías, una de cuyas frases
–la de la conversión de las lanzas en podaderas– figura en el vestíbulo del
edificio de las Naciones Unidas en Nueva York, expresa bien la dimensión terrena
de la utopía de esperanza que animaba a los profetas: un mundo reconciliado, en
la paz de la convivencia y el trabajo, superadas las guerras y las preparaciones
para las guerras –los arsenales de armas y las maniobras militares–. Por ser
parte del Primer Testamento, a Isaías le falta la visión universalista: ni el
«final» ni mucho menos el «fin» son que la Humanidad camine hacia el monte de
Sión, sino simplemente hacia la Utopía de Dios, sea cual sea el monte sagrado de
su religión.
Este primer domingo de Adviento, esta inauguración del
nuevo ciclo litúrgico, con este planteamiento inicial del tema de la esperanza y
de la imagen –un tanto chocante a nuestra sensibilidad– del fin del mundo y de
la segunda venida de Jesucristo, pueden hacernos pensar.
Así como el tema de la
muerte personal (sus circunstancias, su acercamiento, su conveniente previsión)
es un tema un tanto tabú en la sociedad occidental, también entre los cristianos
de la actualidad resultan un tanto tabú estos temas que los textos litúrgicos
del adviento nos plantean; no porque sean tabús en sí mismos, sino porque no
sabemos bien qué decir sobre ellos. Las expresiones clásicas y tradicionales
dependen de un lenguaje mítico y precientífico hoy día inaceptable, y es
necesaria una urgente actualización. Buena tarea para para este tiempo de
Adviento, o incluso para todo el año litúrgico que hoy iniciamos.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 105 de
la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Un cielo nuevo y
una nueva tierra». El audio, el guión y su comentario bíblico-teológico puede
ser tomado de aquí:
https://radialistas.net/1o5-un-cielo-nuevo-y-una-nueva-tierra/
Para la revisión de vida
Hago un examen personal sobre las implicaciones de la espera y de la esperanza, y hago aplicaciones concretas a mi vida.
Asamblea ZONA 4 sábado 30 noviembre |
- ¿«Segunda venida»? ¿Qué significa concretamente? ¿Qué creemos realmente sobre ella.
- ¿Qué pensar de la interpretación fundamentalista literal, y sobre todo de la creencia en su inminencia, y en sus amenazas (Armagedón)...?
- ¿Qué pensamos de ese carácter de «emergencia moral e intelectual» que Dawkins y Harris atribuyen a la creencia popular tan extendida tanto en Estados Unidos como en sectores religiosos pobres y fundamentalistas acerca de la amenaza inminente de la «segunda venida»? ¿Se podría considerar asunto de «salud pública»?
- ¿Podemos desentendernos pensando que los temas religiosos son «asunto privado»?
Para la oración de los fieles
- Para que las comunidades cristianas vivan intensamente el adviento como preparación a la navidad y como tiempo dedicado más intensamente a alimentar la esperanza del mundo y la propia nuestra, roguemos al Señor....
- Por todos los que lloran y se desesperan ante la muerte, para que encuentren sus vidas el coraje de la esperanza...
- Por todas las personas que, por edad, enfermedad o cualquier otra circunstancia sienten la proximidad de su final; para que comprendan esa situación como una gracia, un don, una oportunidad para alcanzar la plenitud de sus vidas...
- Por todas las otras personas, especialmente jóvenes, que viven de espaldas a la realidad de la muerte y de la finitud de nuestras vidas; para que abandonen toda enajenación y vivan todos los días conscientes de las dimensiones reales de la vida humana...
- Por la esperanza de los pobres, los dos tercios del mundo, los mil millones de personas que viven con un dólar diario, los 2.600 millones de personas (el 40% de la humanidad) sin empleo [Informe del PNUD 2007-2008, cap. 1]; el 20% más pobre de la población mundial, que recibe el 1'4% del producto mundial; para que por nuestro compromiso decidido por la transformación del mundo seamos «adviento», esperanza, buena noticia para estos hermanos y hermanas nuestros…
- Para que los teólogos cristianos reelaboren y reformulen las «verdades eternas» y la fe en el más allá de la muerte con un lenguaje más adecuado al hombre y la mujer de hoy…
Oración comunitaria
Padre de bondad y de amor, tú nos has prometido una vida llena de felicidad. Aumenta en nosotros la fe y haz que animados por la esperanza de recibir lo prometido, sepamos mantenernos siempre activos y dispuestos a trabajar contigo en el cumplimiento de tus promesas. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, nuestro hermano y maestro.
Oh Dios, Madre y Padre, Fuerza y Origen, Fundamento misterioso del Ser, que llamas a la existencia y siembras los impulsos y los brotes, y llamas a la Esperanza. Al comenzar este nuevo Adviento acoge nuestras limitaciones y temores, y libera toda tu energía en nosotros, para que renazcamos a una esperanza nueva. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén
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