Francisco pide tomar conciencia de la pobreza
Santoral: San Ignacio de Antioquía
Lc 11 47-54 EVANGELIO EN AUDIO
En el tiempo de Jesús la Ley de Moisés constituía un
sistema que atravesaba todas las dimensiones de la vida. Todo era medido a
través de la lupa de la Ley, porque solo por medio de su cumplimiento la
persona podía hacerse justa ante Dios. La observancia de ella otorgaba el
mérito de la justificación por las obras, como premio, o todo lo contrario,
el castigo y la condenación cuando se la transgredía. Los fariseos, maestros
de la ley, tienen una gran dificultad y resistencia para comprender la
inmensa misericordia de Dios que ama, perdona y llama a los pecadores.
Tampoco aceptan que por la fe los pecadores sean restituidos a la justicia y
a la salvación. La ley así entendida es incapaz de llevarnos al encuentro
con Dios Padre. También hoy, quizá, vivimos inmersos en sistemas y
normativas que de tanto repetirlas pierden el sentido para qué el que fueron
hechas. ¿Cómo estamos viviendo nuestras responsabilidades, deberes,
obligaciones compromisos, exigencias, junto a otros y otras que tienen otros
modos de asumirlas y vivirlas?
No obstante, estas malaventuranzas (expresadas como «¡ay
de ustedes, fariseos, que...!», que es lo mismo que «malaventurados ustedes...»,
o «desdichados ustedes»), no son un verdadero correlato simétrico de las
bienaventuranzas. Éstas van dirigidas a todos los seres humanos; las
malaventuranzas van dirigidas a los fariseos específicamente, todas ellas. Por
eso no las podemos considerar a la misma altura que las bienaventuranzas, no se
puede derivar de ellas el mismo tipo de mensaje (simétricamente hablando). Pero
haremos bien en reflexionar en ellas, para ver si en nosotros anida también
alguna de las actitudes que Jesús deplora y condena en los fariseos.
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