27º domingo durante el año - ciclo C


   El tema de la fe es centralísimo
en nuestra creencia. Y probablemente deberemos dedicarle una honda reflexión. Nos han hecho creer que la fe está hecha de «contenidos», principalmente de dogmas y de tradición. Si creemos ciertas cosas (la Inmaculada Concepción, la Infalibilidad pontificia, la Asunción de la Virgen María…), entonces tenemos «fe». Si no, no.
«Que Dios existe lo cree también el diablo», se ha dicho. Y no por ello tiene «fe».
Si solo se tratara de eso, sería fácil: ¿qué más nos da adherirnos a ciertas cosas que ni nos van ni nos vienen? ¿En qué afecta a mi vida el hecho de que la concepción de María fuera o no inmaculada?
Esa no es la fe a la que se refiere Jesús, la que mueve las montañas.
Creer (también lo sabemos, aunque no le damos importancia) es organizar nuestra vida (nuestros días, los fines de semana, nuestras prioridades, nuestros valores) según unos principios —estos sí— fundamentales en nuestra vida. Quien tiene fe, por ejemplo, no tratará a sus súbditos como quien no la tiene; el hombre y la mujer de fe enfocan su matrimonio y su familia con una perspectiva distinta; el «creyente» termina cada uno de sus días con un repaso de la jornada según unos criterios que no son los de «el mundo».
Todo lo demás puede ser patrimonio cultural de nuestra Iglesia católica; pero no lo llamemos «fe»…
Temas relacionados para la semana:
1. La ortodoxia imposible. O reinterpretamos algunos dogmas a la luz de las circunstancias en que fueron proclamados, o al entrar en la iglesia tendremos que quitarnos no solo el sombrero, sino también la cabeza (como diría Chesterton).
2. ¿Quién tiene fe? Si la fe es una forma de vivir, un modo existencial de estar en el mundo, ¿de quién podemos decir con certeza hoy en día que tiene fe? ¿Tienen fe de verdad algunos profesionales de la religión?
3. La transmisión de la fe. Usamos la catequesis (y a veces las homilías y las charlas) para transmitir «la fe». Pero tómese el Catecismo y véase qué es lo que transmitimos. Por eso no es raro que los niños lo aprendan como para un examen, olvidándolo apenas se consigue el «aprobado».
4. Testigos de la fe. O reivindicación de las grandes personas que «movieron montañas» con su fe en un mundo mejor, aunque no hayan sido canonizadas por la Iglesia.
5. Creo. Que la fe no consista en contenidos no quiere decir que en la vida del creyente no existan convencimientos profundos (que nada tienen que ver con los dogmas), que son los que rigen su comportamiento. ¿Cuáles son los míos? Los más profundos, aquellos sin los que «no podría vivir»…
6. No creo. Cosas (personas y comportamientos) con los que no estoy dispuesto a transigir. Principios que nunca regirán mi vida, ejemplos que no seguiré.

Mirar el mundo sin miedos ni prejuicios, como lo mira Dios

Argentina: “Le pedimos a Nuestra Madre de Luján que nos una como Pueblo”

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