5º Domingo de PASCUA

LECTURAS Y COMENTARIO EN AUDIO (Justino)

QUINTA SEMANA PASCUAL (19 al 25 de mayo)Consejos para tener una buena vida resucitada (3): Visitas periódicas al médico

         La vida cristiana se mantiene sana con buenos alimentos, con ejercicio… y con unas buenas vitaminas: el amor es el complemento energético principal, el nuevo medicamento recetado por Jesús, nuestro «médico de cabecera» (DOMINGO: «Les doy un mandamiento nuevo»). Un amor practicado según el Evangelio (LUNES: «El que guarda mis mandamientos, ese me ama»). Esa receta también sirve para sanar el mundo (MARTES: «Que el mundo comprenda que yo amo al Padre»), y no hay otra (MIÉRCOLES: «Sin mí no pueden hacer nada»). Un amor que transmite plenitud (JUEVES: «Que vuestra alegría llegue a plenitud»); un amor fecundo (VIERNES: «El que cree en mí hará las obras que yo hago») que el mundo no acaba de comprender (SÁBADO: «Si fueran del mundo, el mundo los amaría»).

¿Nos vamos «de médicos», a ver qué nos receta el especialista Jesús para vivir una sana vida de resucitados?
      Si el amor es nuestra medicina para curarnos y curar el mundo, preguntémonos esta semana cómo andamos de amor (qué niveles aparecen en nuestros análisis).

Juan, el vidente de Patmos, alienta nuestra esperanza con su magnífica visión de “un cielo nuevo y una tierra nueva”, como la gran meta de nuestros esfuerzos por transformar las realidades de muerte que nos rodean y redimir al mundo con la fuerza vital arrolladora del Resucitado. Una nueva realidad de justicia, paz y amor fraterno habrá de traer “la nueva Jerusalén que descendía del cielo enviada por Dios y engalanada como una novia”. Es la esperanza maravillosa que podemos enarbolar frente a los catastrofistas que nos amenazan con una destrucción inexorable del mundo, sobre la base de supuestas profecías que en nada se condicen con las promesas de la Nueva Alianza que Cristo ha sellado con su pasión y su triunfo sobre la muerte. Esta es la morada de Dios con los hombres –señala un entusiasmado Juan-; acampará entre ellos. Serán su pueblo, y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. El que estaba sentado sobre el trono dijo: Ahora hago el universo nuevo”.
El evangelio nos presenta unos cuantos versículos del gran discurso de despedida de Jesús en la noche de la Cena, donde el Maestro entrega su testamento espiritual a los discípulos: el gran mandato del amor como signo visible de la adhesión de sus discípulos a él y de la vivencia real y afectiva de la fraternidad.
       El mundo podrá identificar de qué comunidad se trata si los discípulos guardan entre sí este mandato del amor. Jesús rescata la Ley, pero le pone como medio de cumplimiento el amor; quien ama demuestra que está cumpliendo con los demás preceptos de la Ley.  En un mundo cargado de egoísmo, de envidias, rencores y odios, la comunidad está llamada a dar testimonio de otra realidad completamente nueva y distinta: el testimonio del amor.
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Una de las principales causas por las que tantos cristianos abandonan la Iglesia radica justamente en la falta de un testimonio mucho más abierto y decidido respecto al amor.
       Con mucha frecuencia nuestras comunidades son verdaderos campos de batalla donde nos enfrentamos unos contra otros; donde no reconocemos en el otro la imagen de Dios. Y eso afecta la fe y la buena voluntad de muchos creyentes. Por cierto, no se trata de que nuestras comunidades y agrupaciones sean totalmente ajenas al conflicto, no; el conflicto es necesario en cierta medida, porque a partir de él se puede crear un ambiente de discernimiento, de acrisolamiento de la fe y de las convicciones más profundas respecto al Evangelio; en el conflicto –llevado en términos de respeto y amor cristiano mutuo– aprendemos justamente el valor de la tolerancia, del respeto a la diversidad, y el mejoramiento de nuestra manera de entender y practicar el amor. 
Del conflicto así entendido -inevitable donde hay más de una persona-, es posible hacer el espacio para construir y crecer. Para ello hacen falta la fe, la apertura al cambio y, sobre todo, la disposición de ser llenados por la fuerza viva de Jesús. Sólo en esa medida nuestra vida humana y cristiana va adquiriendo cada vez mayor sentido y va convirtiéndose en testimonio auténtico de evangelización.

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Para la revisión de vida 
Este es mi mandamiento: ¿He puesto en el centro de mi vida el Amor? ¿Tengo conciencia de que ése es, realmente, «el mandamiento», la verdadera tarea del ser humano y del cristiano?
Como Yo les he amado: ¿Tengo a Jesús como modelo y medida a alcanzar en mi progreso en el amor?

Para la oración de los fieles
- Para que el mandamiento del amor sea efectivamente la ley universal en la Iglesia, por encima de todos los cánones, reglamentaciones o tradiciones, roguemos al Señor...
- Para que el amor fraterno, la acogida, la tolerancia, y muchas otras formas del amor sean hoy "la señal por la que conocerán que somos discípulos" de Jesús...
- Para que "el cielo nuevo y la tierra nueva" sigan siendo el ideal y la utopía de nuestro compromiso cristiano...
- Para que no deje de haber mística y utopía en nuestra sociedad, y para que los cristianos aporten lo mejor de su mística, la utopía del Reino que anunció Jesús...
- Para que se extienda en la Iglesia, cada vez más, una conciencia ecuménica y abierta a todos los pueblos, culturas y religiones, de forma que los cristianos colaboremos humildemente
Oración comunitaria
Dios Padre nuestro que, por medio de Jesús, has dado por ley a tu pueblo santo el nuevo mandato de amar como Cristo nos amó a nosotros; haznos a todos los cristianos testimonios vivos de ese mismo amor, para que lo difundamos a todo el universo. Por el mismo J.N.S.

      1. Hubo un tiempo, al final de Ia Antigiledad clasica (ss. IV y V), en que, al hundirse el imperio romano, el cristianismo resultó ser el motor determinante que hizo posible una nueva Europa. Fue aquella, la Europa marcada por la religión. Pero lo que ocurrió es que, al estar marcada (la Europa de entonces) mas por la "religión" que por el "Evangelio"; la historia de Europa -como bien sabemos- ha tenido tantas luces y tambien demasiadas sombras. Su historia ha sido una cadena continua de humanidad y de in-humanidad. Con el enorme peligro que eso tiene. Porque "las innumerables agresiones del imperialismo fueron las responsables de su propia destruccion" (Peter Heather). iNo le puede ocurrir algo parecido a la Europa de ahora? iY tambien a la Iglesia de ahora?
     2.¿A que viene todo esto al comentar este evangelio? Jesús dice aqui que, precisamente cuando el va a ser straicionado y asesinado, entonces es cuando va a ser"glorificado". No todo fracaso es hundimiento. Hay fracasos que justamente son todo lo contrario de lo que parecen. En realidad son "exaltaciOn". ¿Por que? Porque en ellos triunfa Ia bondad sobre Ia maldad, el amor sobre el odio y la indiferencia. Y esto es lo que no nos entra en la cabeza a los mortales. Cuando en realidad es seguramente Ia lección mas genial que nos dejó Jesus. ¿Por que? 

     3.Todo se aclara y alcanza una luminosidad sorprendente en el "mandamiento" que dicta Jesús: "que se amen unos a otros como yo los he amado': Cuando Jesus dice"yo", ese"yo" es el "yo" de Jesús, por supuesto. Pero es tambien el YO de Dios. Dios es Amor (11n 4, 8.16). Pero Dios, al encarnarse, al humanizarse, se ha hecho amor humano. Porque el amor divino y el amor humano, en Jesús, se han fundido en uno, en un solo y mismo amor. Lo que pasa es que la palabra "amor" está demasiado manoseada y desgastada. Y, por eso mismo, ha perdido su valor y su fuerza. 
     El amor no es solamente, y por supuesto, una atracción corporal. Como tampoco es solamente una idealización poética o utópica. El amor es una fuerza. Es la fuerza que verdaderamente mueve al mundo. Porque entraña una energía que se contagia, que moviliza al ser humano entero y que le da una capacidad de aguante, de resistencia, de búsqueda, de libertad y de audacia que no podemos ni imaginar. Por esto Jesús fue tan genial. Y en esto radica la genialidad de quienes siguen a Jesús. Esto es la fuerza del Evangelio. 

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