3ª semana de PASCUA - jueves

Si la vida que vivimos es sosa (y la de la nuestras iglesias lo es), quiere decir que nos faltan buenas dosis de sazón. Llevamos años comiendo el pan, pero no ha demostrado ser el alimento idóneo para proporcionar una vida entusiasmante. La vivencia del Evangelio tiene que ser gozosa, gustosa, convencida y contagiosa. Nos falta sal, y no se cocina impunemente sin sal; tampoco en la vida religiosa. Tenemos que disfrutar más, ser más «salados».

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Jn 6 44-51 EVANGELIO EN AUDIO

      Jesús comprendió su relación con las personas en función del seguimiento, servicio y fidelidad al proyecto del Padre. En este sentido, la misión de sus discípulos y discípulas no era otro que la de anunciar de modo fraterno la cercanía de Dios, el servicio que dona dignidad y el poder que humaniza.
      Esta es la bienaventuranza por excelencia del evangelio de Juan (13, 17). Hacer lo contrario, es traicionar lo esencial del discipulado: la relación de confianza con el Señor, Es desde esta relación donde se establece la autoridad de todo ser humano llamado a vivir según la praxis del Maestro.
      Su estilo de vida y servicio es patrimonio de todos y es paradigma de humanidad porque nos da a conocer el modo más humano de ser, algo que no solo es posible, vaciándonos de todo poder absoluto, de toda componenda corrupta, o tomando distancia de la maldad y la injusticia, sino que pasa por la recreación de nuestras relaciones y acciones, incluyendo en ellas lo que vivo con aquel que es diferente, como lugar de rehabilitación, reconciliación y humanización.
     ¿A la luz de que criterios y motivaciones «encarnas» al maestro de Nazaret?

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