Miércoles de Pascua

Terremotos en Filipinas

Filipinas: numerosas víctimas de terremotos en el norte del país

 Lc 24, 13-35  EVANGELIO y COMENTARIO EN AUDIO


 El relato de los discípulos de Emaús es una invitación a proponer la vida de la comunidad como «resiliencia y eucaristía».
   La comunidad está llamada a lamentar pérdidas, a reconciliarse con el pasado y aprender a fracasar como aprendizajes vitales; experiencias que posibilitan el agradecimiento (vv. 13-18).  
  Discernir la presencia del Maestro y su Palabra, exige de la comunidad que se lo escuche y se lo encarne (vv. 19-27).
  La invitación a constituirse en comensalidad abierta y compartida, hace posible reconocer a Jesús en la vida de los otros, convirtiendo a la comunidad en un espacio de acogida (vv. 28-29).
  La transformación de lo cotidiano mediante la comunión es otra forma de decir y hacer comunidad; que no se impone por “vías de hecho” sino que acontece en el diálogo, la justicia y la fraternidad (vv. 30-31).
  En definitiva, ser una «comunidad en salida» es el eje transversal de su quehacer, porque la inserta en el mundo para transformarlo y humanizarlo (vv. 32-35).
  ¿Como comunidades estamos dispuestas a aceptar esta invitación reivindicando el sentido de pertenencia a una fe y praxis
resucitada?
  1. En este relato de Emaús, Lucas nos dice que Jesús se nos da a conocer en la comensalía. Es decir, en la mesa compartida, cuando con él compartimos el mismo pan. Y cuando, con Jesús, compartimos el pan de la vida con los demás. Es entonces cuando se nos abren los ojos y nos damos cuenta de que tenemos, ante nosotros y junto a nosotros, en el gozo y la alegría del comer y el beber, a Jesús viviente, que nos acompaña en el camino de la vida (Eric Franklin, B. P. Robinson).
  2. Ocurre ¡tantas veces! que, precisamente cuando nos sentimos más decepcionados y sin aliento para seguir adelante, exactamente entonces es cuando llevamos a Jesús junto a nosotros, andando el mismo camino nuestro, compartiendo nuestros problemas, soledades, desalientos, desengaños insoportables. Y así es cuándo y cómo Jesús mismo nos abre los ojos y el conocimiento, para hacernos comprender el sentido y el alcance de las Escrituras santas. De forma que, cuando eso ocurre, el corazón nos arde. Y le vemos sentido a lo que, hasta entonces carecía de cualquier posible significado. El Resucitado está con nosotros cuando menos lo imaginamos, cuando ni podemos sospecharlo.
  3. La misa se le ha hecho a mucha gente algo insignificante, pesado, una ceremonia que no entienden ni les interesa. La "Cena del Señor"tendría que seguir siendo lo que empezó siendo, "una cena". De manera que nos traslademos del "altar" a la "mesa" del "orden eclesial" al "mundo social del banquete" (D. E. Smith). 
    No se trata de prescindir de la eucaristía. Se trata de recuperar su significado original. Cuando Jesús dijo: "Hagan esto en memoria mía" loque Jesús les decía a sus discípulos es que repitieran el gesto de la mesa compartida, el "simposio" de la vida y la alegría vivida con los demás. Cuando eso sea el centro, lo demás (el significado de la presencia de Jesús y del rito eucarístico) irá adquiriendo las formas y símbolos que hoy podemos entender, ofrecer y vivir con los humanos, sean quienes sean. 
    Esto requerirá un proceso, sin duda lento y largo, de evolución y cambio, de la liturgia actual, a otras formas (más actuales y humanas) de vivir y expresar los símbolos que representan lo que fue originalmente la Cena del Señor, "la cena que recrea y enamora"(san Juan de la Cruz).

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