Martes Santo

Audioclip: NO HAY MAYOR AMOR
Jn 13, 21-38 EVANGELIO EN AUDIO
        En el evangelio aparece Judas el Iscariote, conocido como el traidor. Tantas veces hemos interpretado a esa figura como un personaje que ha actuado de forma aislada y por simple maldad con el Hijo del Hombre.
      También aparece la figura de Pedro a quien Jesús le pronostica que en el momento definitivo lo negará. Leemos esta negación solo personificada en este personaje. Pero se nos ha olvidado que tanto Judas, con su traición y Pedro con su negación representan a los cristianos de todos los tiempos, nos representan a nosotros.
      Todo bautizado tiene que estar atento, debe detenerse en el camino y revisar la vida, las actitudes, los sentimientos y las palabras. Podemos encarnar en nuestra propia existencia el rol de Judas y/o el de Pedro.
      Judas es símbolo del discípulo que no renuncia al dinero; Pedro, por su parte, del que no renuncia al honor. Cuando un bautizado no sabe renunciar al dinero y al honor está en su vida historizando la traición o la negación que simbolizan estos dos discípulos de Jesús.
  1. Lo que se relata en este evangelio, sucedió durante la última cena. Si tenemos en cuenta que aquella cena, precisamente porque fue "la última" fue obviamente la cena de despedida; y además una despedida definitiva, ya que el mismo Jesús les dijo a sus amigos que ya nunca más cenaría con ellos en este mundo (Mt 26,29 par), se palpa que allí se vivía un momento dramático en extremo. Y fue, en aquel momento precisamente, cuando Jesús reveló dos secretos estremecedores relacionados con aquellos hombres que compartían la cena con él: uno de ellos le iba a traicionar, otro lo iba a negar. Es decir, Jesús sabía que estaba cenando con un traidor y con un cobarde. O algo peor, como enseguida vamos a ver.
  2. No es fácil saber con seguridad los motivos que tuvieron aquellos dos hombres (Judas y Pedro) para hacer lo que hicieron aquella noche. Lo más probable es que actuaron con tremendas dudas y oscuridades interiores. Judas terminó suicidándose (Mt 27, 3-10; Hech 1,18-19) y Pedro "lloró amargamente" aquella misma noche (Mt 26,75 par). Lo que no es seguro es que Judas (por el apodo de "Iscariote") perteneciera a los "sicarios" o revolucionarios violentos. Como tampoco es seguro que Pedro, por llevar el machete (con el que le cortó la oreja a un tal Malco) (Jn 18,10), se justifique su afiliación a la violencia revolucionaria de los galileos. Sea lo que fuere de todo esto, lo que no admite duda es que Judas y Pedro, cuando se convencieron de que Jesús se entregaba sin oponer resistencia, eso era el indicador más claro de que no era el Mesías que ellos esperaban y querían. ¿Qué nos indica esto?
  3. Aquella noche y en aquella cena, se enfrentaron dos proyectos radicalmente opuestos. Si el Mesías era el Salvador, Judas y Pedro pensaban que la "salvación" tenía que venir mediante la resistencia, la lucha, el enfrentamiento, en definitiva, la violencia. Jesús, por el contrario, estaba persuadido de que la sola política, la economía y la sola ciencia no salvan a este mundo. Si no tenemos "convicciones", que orienten nuestras vidas hacia la solidaridad, este mundo no tiene arreglo. Pero sabemos que "una convicción se define por el hecho de que orientamos nuestro comportamiento conforme a ella" (J. Habermas; Ch. S. Peirce). Si no remediamos la aterradora desigualdad (en derechos humanos), es que no estamos "conven­cidos" de que eso es lo más urgente en este momento.

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