Francisco reúne en Santa Marta a gobierno y oposición de Sudán del Sur para buscar salidas a la paz
Jn 8, 30-42 EVANGELIO EN AUDIOLa fidelidad a la Palabra de Jesús es lo que da la certeza de estar en el camino discipular, en el camino verdadero. La verdad es la única realidad que genera, en la historia de la humanidad y en la persona en concreto, la libertad. Es necesario ser libre para tener una relación personal con el Padre de Jesús. Dios no hace pacto con esclavos. Dios necesita de personas libres, para que en libertad acojan su propuesta y la hagan posible en la historia. La verdad que da libertad es el conocimiento total del Padre. Y es Jesús quien revela definitivamente a Dios. No se puede aceptar el mensaje de Jesús sobre Dios y sobre los seres humanos sino aceptamos de manera contundente que ese mensaje es la misma vida de Jesús de Nazaret. Él es el mensaje de Dios hecho carne. Es Hijo de Hombre e Hijo de Dios.Abrámonos a la revelación de Dios realizada por Jesús. Entonces conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres.
- Las dos enseñanzas más evidentes, que se leen en este evangelio, son: 1) Donde hay fe en Jesús hay libertad. Lo cual quiere decir que si la fe en Jesús es auténtica, esa fe produce personas libres. 2) Son libres quienes hacen lo que ven que hace el Padre. La relación "hijo-padre", según Jesús, no es relación de "dependencia", sino de "semejanza" en la conducta. Jesús lo dice muy claro: "Si fueran hijos de Abrahán, harían lo que hizo Abrahán". La fe en Jesús es libertad. Y es también semejanza con el Padre, con lo que hace el Padre-Dios.
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La fe en Jesús produce personas libres porque, mediante la fe, los creyentes conocen la verdad. Pero, ¡Atención!, que, al hablar de la "verdad", no nos estamos refiriendo solo ni principalmente, a verdades religiosas, a dogmas de fe. La verdad de la que habla Jesús es la adhesión y la identificación con él. Los catecismos y los dogmas que no llevan a las personas a vivir como vivió Jesús, no contienen la verdad de la que habla el Evangelio.
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Todos pensamos que somos libres, cuando en realidad estamos más condicionados, controlados y sumisos de lo que nos imaginamos. La moderna sociedad de bienestar y consumo dispone y maneja muchos más mecanismos de control de cuanto podemos sospechar. Nos controlan la manera de pensar, de vestir, de comer, de descansar, de trabajar... La gran tarea de la religión y de la Iglesia, en este momento, tendría que ser hacernos más libres frente a tantos controles. No para hacer cada cual lo que se le antoja, sino para estar más disponibles al servicio de la bondad y la misericordia.
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