5º domingo de cuaresma - ciclo C

LECTURAS Y COMENTARIO EN AUDIO (Justino)

6.a LECCIÓN: TÉCNICAS DE APOSTOLADO. EL PERDÓN COMO INSTRUMENTO PRINCIPAL DE TRABAJO.
Jesús salva del apedreamiento a una adúltera (DOMINGO), y afirma que él no ha venido a juzgar a nadie (LUNES: «Tampoco yo te condeno»), quizá porque recuerda que también su madre podría haber sido acusada de adúltera (MARTES: «Antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo»).
Sus enemigos le reprochan que los trate como a hijos adulterinos (MIERCOLES: «Nosotros no somos hijos de la prostitución»), puesto que él les dice que no saben quién es su padre (JUEVES: «No lo conocen»); con lo cual, al final quien corre el riesgo de ser apedreado es él (VIERNES: «Agarraron piedras para tirárselas»), pues, de todos modos, ya están decididos a matarle (SABADO: «Conviene que uno muera por el pueblo»), como, de hecho, harán la próxima semana.
Así nos quedan claras las dos actitudes: la de Jesús (y sus discípulos), que identificamos con el perdón; y la de los que no son como Jesús, que asimilamos con la violencia y la intransigencia.Esta semana hablaremos del perdón.
No nos mandan a juzgar a las personas, sino a transmitirles el mensaje de la bondad de Dios y su Reino. En esta semana intentaremos aprender a utilizar el perdón como instrumento de nuestro trabajo evangelizador.
1. Este relato falta en los mejores manuscritos griegos. Para los católicos es canónico. Pero lo más seguro es que se trata de un episodio que está colocado fuera de su sitio. Algunos piensan que ese sitio sería el evangelio de Lucas, cuando ya cerca de la pasión los líderes religiosos le hacen a Jesús las preguntas más insidiosas (Cf. Lc 21,38; 20,20-40) (Raymond E. Brown). La Iglesia, desde la Antigüedad, ha aceptado este relato como auténtico.
  1. El episodio es indignante sobre todo en nuestra cultura actual, cuando propug­namos la igualdad en dignidad y derechos en el hombre y en la mujer. Los acusadores basan su acusación en la ley de Moisés, que dice: "Si uno comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos adúlteros son reos de muerte" (Lev 20,10; cf. Deut 22, 22). Pero, a juicio de los "doctos" y "observantes", quien merecía la muerte era sola­mente la mujer. ¿Y el que adulteró con ella? Esta evidente injusticia tiene sus raíces en la diferenciación de los sexos que pasó a formar parte de la herencia biológica de los sexos (W. Burkert, D. Morris, Margaret Mead). El problema se plantea desde el momento en que la herencia biológica se constituyó en diferencia radical de dere­chos y en desigualdad. Una diferencia que las tradiciones religiosas han aumentado hasta el abuso, la opresión y la violencia en todas sus formas.
  2. Jesús no condena a la mujer. Jesús despenaliza el adulterio. Y lo más fuerte: Jesús desenmascara la hipocresía de los "profesionales de la religión", un colectivo en el que abundan los censores sin piedad cuando se trata de los pecados y delitos de los demás, al tiempo que ocultan, no pocas veces, esos mismos pecados y delitos cuando los cometen los dirigentes religiosos. Esto pasaba en tiempo de Jesús. Y sigue pa­sando ahora. Una mentalidad a la que se enfrenta el papa Francisco.
     
 

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