Viernes después de ceniza

Seguimos dándole vueltas a la «seriedad» eclesial. Esa ridícula pretensión de que las cosas son solemnes porque nosotros lo decimos. El boato vaticanista, el lenguaje esotérico que, en cuanto se traduce a la lengua vulgar, revela toda su vacuidad... El horror a todo lo que sea risa, humor, música o arte moderno (¡iconos y venga iconos!), vestidos de negro riguroso... ¿Es que ya no está el novio con nosotros? Eso parece. Con tanto célibe, resulta muy difícil contagiarse de las alegrías nupciales.

Boletín Camino de Vida nº 554
Mt 9 14-15
EVANGELIO EN AUDIO (mp3)

    Tantas veces se ha asimilado la experiencia cristiana con una realidad lúgubre, triste y amarga.
Se vendió una idea, por la deformación que se hizo de la experiencia cristiana, que en la vivencia del seguimiento de Jesús no había alegría, ni gozo, ni felicidad. Toda esa visión del cristianismo es equivocada. Esa visión hizo que muchos hombres y mujeres hoy no quieran saber nada de la vida cristiana.
    El cristianismo es una experiencia alegre y gozosa. Ya Jesús lo indicaba en su predicación. La presencia del Novio (Jesús) que acompaña a su novia (la Iglesia) hace posible que la comunidad viva la alegría de sentir la presencia amorosa del novio. Es la presencia de Jesús quien le recuerda al discípulo que la vocación cristiana solo se puede experimentar en alegría y felicidad.
    Las prácticas penitenciales de la cuaresma no deben generar en el creyente dolorismo, ni actitudes de tristeza. En la cuaresma hemos de reafirmar que la experiencia cristiana es misericordia sin límites que hace posible una vida gozosa y alegre, que contagia en esa felicidad a otros. 

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