4º domingo de cuaresma-ciclo C

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Papa en Marruecos: migrantes, una herida que clama al cielo
Horario de Misas en ABRIL:
Sábados a las 18 - Domingos a las 19


LECTURAS Y COMENTARIO EN AUDIO (Justino)

   En nuestra vida cristiana solemos movernos con caricaturas de Dios; sea por lo que creemos, por lo que mostramos, o por lo que nos enseñaron. Sea un Dios bonachón, un cascarrabias eterno que espera nuestra equivocación para quebrarnos, un distraído y olvidado de las cosas de los humanos a los que creó “hace tanto tiempo", un "padre" autoritario y caprichoso que decide arbitrariamente y no permite discusiones en la realización de su voluntad... ¿Cómo es nuestro Dios?
   Es importante saber cómo es el Dios en el que creemos, pero más importante es saber cómo es el Dios en el que creyó Jesús, cómo es el Dios que Él nos reveló. 
   Como siempre, Jesús nos hablaba de Dios no sólo con palabras, sino también con lo que hacía. Haciendo, Jesús nos mostraba al Padre Dios, ¡al verdadero! 
   Hoy Jesús nos cuenta una parábola, una parábola que nos habla de Dios, pero una parábola que nace de una actitud de Jesús, y él nos dice que, frente a los hermanos despreciados, podemos obrar de dos maneras diferentes, como Dios -que es también como obra Jesús- o también como los judíos religiosos, los “separados” del resto, los puros.
   El Jesús que ama y prefiere a los pecadores, y come con ellos, no hace otra cosa que conocer la voluntad del Padre y realizarla concretamente, sus mesas compartidas y sus comidas nos hablan de Dios, ¡claramente! En el comportamiento de Jesús se manifiesta el comportamiento de Dios, Jesús mismo es parábola viviente de Dios: su acción es entonces una revelación. 
   ¿Qué Dios, qué Iglesia, qué ser humano revelamos con nuestra vida? Con frecuencia, como hermanos mayores estamos tan orgullosos de no haber abandonado la casa del padre, que creemos saber más que Él mismo: “Dios es injusto”, para nuestras justicias; Dios es "de poco carácter" para nuestra inmensa sabiduría. Quizá, Dios ya esté viejo, para dedicarse a su tarea y debería jubilarse y dejarnos a nosotros...
    Frente a tanta gente que rechaza la Iglesia ("creo en Dios, no en la Iglesia"), a veces decimos "pero Dios sí quiere la Iglesia". ¿No debemos preguntarnos constantemente qué Iglesia es la que Él quiere?  ¿No debemos preguntarnos, en nuestras actitudes, qué Iglesia mostramos?
   Esta Iglesia, la que yo-nosotros mostramos, ¿es como Dios la quiere? Jesús, con su vida, y hasta con sus comidas, muestra el rostro verdadero de Dios, muestra la comunidad de mesa en la que él participa; hasta comiendo Él revela al verdadero Dios. Quizá debamos, de una vez, dejar nuestra actitud de hijo mayor, y ya que nos sale tan mal el papel de Dios, debamos asumir el papel de hijo menor; debemos volver a Dios para llenarlo de alegría, para participar de su fiesta; y, participando de su alegría, empecemos a mostrar el rostro de la misericordia de este Dios de puertas abiertas.
    La misma cena eucarística es expresión de la universalidad del amor de Dios: es comida para el perdón de los pecados. 
    El Dios de la misericordia, no quiere excluir a nadie de su mesa; es más, quiere invitar especialmente a todos aquellos que son excluidos de las mesas de los hombres por su situación social, por su pobreza, por su sexo o por cualquier otro motivo; y va más allá, no ve con buenos ojos que crean participar de su cena quienes no esperan a sus hermanos excluidos de la mesa por ser pobres. 
    El Dios que no hace distinción de personas, ama dilectamente a los menos amados. Sin embargo, muchas veces tomamos la actitud del hermano mayor. ¿Cuándo nos sentaremos en la mesa de los pobres, y abandonaremos nuestra tradicional postura soberbia y sectaria de "buenos cristianos"? ¿Cuándo nos decidiremos a participar de la fiesta de Dios reconociéndonos hermanos de los rechazados y despreciados? 
    Jesús nos invita a su comida, una comida en la que mostramos, como en una parábola, cómo es el Dios, como es la fraternidad en la que creemos. Y nos mostraremos cómo somos hermanos, cómo somos hijos en la medida de participar de la alegría del padre y del reencuentro de los hermanos.
   El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 34 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. LÓPEZ VIGIL, titulado «Los hijos de Efraín». El audio, así como el guión, con un excelente comentario de los propios autores, pueden ser tomados de aquí: https://radialistas.net/34-los-hijos-de-efrain/

4ª semana
de cuaresma: conocer la realidad... y conocer
a Dios. ¿Cómo es el dios de Jesús?


Hemos dedicado las primeras lecciones de este «máster acelerado» al análisis de nosotros mismos, de la realidad que nos envuelve y del núcleo de nuestra propuesta cristiana. Ahora llegamos a Dios.

Para los cristianos, Jesús es la manifestación de Dios, su Padre (MIERCOLES: «Llamaba a Dios "Padre suyo"»), en cuyo nombre ha venido (JUEVES: «El Padre me ha enviado») y de quien procede (VIERNES: «Yo procedo del El y El me ha enviado»).

Por eso tiene tanta importancia lo que Jesús, que lo conoce tan bien, nos cuenta sobre Dios. ¿Y qué nos dice? Fundamental­mente, que es un Dios entrañable (DOMINGO: «El padre del hijo descarriado»; LUNES: «El papá con el hijito moribundo») y compasivo (compadecido de la depresión de quien lleva 38 años enfermo (MARTES). Esa es la imagen que Jesús quiere que tengamos de Dios. Y aunque existen otras imágenes en el Evan­gelio, esa es la fundamental.

Ciertamente, nadie nos ha hablado de Dios como Jesús (SABADO: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre»).

Una semana para que revisemos nuestra imagen de Dios y nos deshagamos de los ídolos, hasta que coincida con la que Jesús nos transmite.



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