3ª semana de cuaresma - miércoles


Evangelio en audio: Mt 5, 16-19

     Jesús es la palabra definitiva de Dios.
Él es la norma que todo creyente debe asumir con sincero corazón.
    No podemos seguir desplazando a Jesús por devociones privadas, o por profecías de última hora que van ganando adeptos. Es muy importante que volvamos a Jesús. Que regresemos los ojos, el corazón, la conciencia y toda la vida hacia él.
     Este es el trabajo permanente que debemos hacer durante la cuaresma, a fin de ir cristificando la vida y ser en el mundo testimonio real y creíble del amor de Dios.
     Lo más esencial de toda la ley y lo fundamental de los profetas Jesús lo testifica con su vida.
No es Jesús quien tiene que acomodarse a la Ley y a la profecía de Israel, sino al contrario es la Ley y la profecía que tienen a Jesús por norma. Lo que esté de acuerdo con Jesús vale y lo que no esté de acuerdo con Jesús no vale. Que mientras avanzamos en la cuaresma, avancemos también en obedecerle a Dios con sincero corazón. 
1.  En el Sermón del Monte, después de las bienaventuranzas, Jesús les dice a sus discípulos que él no ha venido a "deshacer" o "abolir" la ley o los profetas. Todo lo contrario. Jesús vino a llevar a su "perfección" o a su total "plenitud" lo que representan la ley y los profetas. Por tanto, no se trata de que Jesús se ajustó y se limitó a observar la religión de Israel. Lo que hizo Jesús fue ir más lejos llevar a otra dimensión la religión. La de Israel y cualquier otra religión. ¿Qué quiere decir esto?


2.  Quiere decir que Jesús se dio cuenta de que la religión, incluida la suya (la de los judíos) no basta, porque está limitada y es incompleta. Por tanto, no basta someterse a la religión establecida y cumplirla al pie de la letra. Hay que llegar más lejos. Y hay que sentirse libre para pensar y actuar así. Jesús lo demostró en su vida, con su conducta. Y lo dijo muy claro: 'Todo lo que quisieran que hagan los demás por ustedes, háganlo ustedes por ellos, porque eso significa la ley y los profetas" (Mt 7,12).


3.  Por tanto, "la plenitud" que sustituye a la mera "observancia" es la llamada "Regla de Oro". La religión, que es sumisión a dogmas, normas y ritos, es sustituida y queda superada por la relación con los demás, que es respeto, justi­cia, libertad, generosidad, bondad sin condiciones. Todo eso es lo que deseamos que los demás hagan con nosotros. Pues eso es lo que sustituye y supera a la religión de siempre. Con razón, Jesús repitió dos veces (Mt 9,13; 12, 7) que hay que tomar en serio lo que dijo el profeta Oseas: "Misericordia quiero y no sacrificios" (Os 6,6).

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