2ª semana de cuaresma - viernes

EVANGELIO EN AUDIO

Jesús narra otra parábola a los jefes de los sacerdotes y ancianos de Israel: la viña y los viñadores. En ella, Jesús recoge toda la historia de la humanidad, plantada por Dios con tanto amor y con la esperanza que diera buenos y hermosos frutos de mayor humanidad. Pero la humanidad, en vez de dar los frutos esperados absolutizó el egoísmo y la capacidad acaparadora, haciendo de la historia un escenario de muerte y de violencia. La humanidad ha parcelado egoístamente la viña y han buscado la eliminación de todos aquellos que se ponen del lado de la vida, de la justica y la verdad. Esta misma experiencia de la humanidad la ha vivido Israel. Jesús no asume posturas diplomáticas. Él acusa a Israel por la forma vulgar como se ha comportado. Jesús denuncia que ellos, no solo mataron a los profetas, sino que también matarán al heredero, a él mismo, para apoderarse de la herencia, de manera mezquina y sucia. Con esta parábola el evangelista Mateo nos indica la manera cómo Jesús será despreciado y vilmente asesinado por el egoísmo de los suyos.
  1. La religión apasiona y ciega a no pocos de sus adeptos. Sobre todo cuando se trata de quienes en la religión tienen mando, poder y prestigio. En tales personas, el peligro de caer en el fanatismo es frecuente. Y, además, el que padece eso no se suele dar cuenta de lo que le pasa. Por eso Jesús se atrevió a decirles, a los sacerdotes del poder y a los fariseos de la observancia, que eran ladrones y asesinos. Además, les dijo esto ante "la multitud" (Mt 21, 33). Es muy duro hacer semejante afirmación en público refiriéndose a las supremas autoridades religiosas.
  2. ¿Porqué se atrevió Jesús a llegar hasta un juicio tan severo, hablando precisamente de los hombres "más sagrados" y los fieles "más piadosos"? Porque vio, con toda claridad, que aquellos hombres se relacionaban con la religión "como propietarios". Es decir, consideraban la institución religiosa como "su propia finca". Una propiedad que defendían con tanta pasión, que incluso maltrataban o le quitaban la vida a quien fuera necesario, con tal de seguir mandando, ganando, viviendo con las ventajas y la capacidad de decisión que tiene todo propietario.
  3. Sin duda alguna, Jesús vio, en este comportamiento de los dirigentes religiosos, el máximo peligro para la causa de la religión. Y para la causa de Dios. El profesional de la religión, con demasiada frecuencia y sin darse cuenta de lo que realmente hace, se puede comportar (y se comporta) como el dueño de la finca: decide, impone, manda, prohibe, maltrata a quien le estorba en sus planes... Es la historia de enton­ces, que sigue y seguirá adelante, mientras la religión siga siendo"como la propiedad" de sus dirigentes.

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