Jesús narra otra parábola a los jefes de los sacerdotes y
ancianos de Israel: la viña y los viñadores. En ella, Jesús recoge toda la
historia de la humanidad, plantada por Dios con tanto amor y con la esperanza
que diera buenos y hermosos frutos de mayor humanidad. Pero la humanidad, en vez
de dar los frutos esperados absolutizó el egoísmo y la capacidad acaparadora,
haciendo de la historia un escenario de muerte y de violencia. La humanidad ha
parcelado egoístamente la viña y han buscado la eliminación de todos aquellos
que se ponen del lado de la vida, de la justica y la verdad. Esta misma
experiencia de la humanidad la ha vivido Israel. Jesús no asume posturas
diplomáticas. Él acusa a Israel por la forma vulgar como se ha comportado. Jesús
denuncia que ellos, no solo mataron a los profetas, sino que también matarán al
heredero, a él mismo, para apoderarse de la herencia, de manera mezquina y
sucia. Con esta parábola el evangelista Mateo nos indica la manera cómo Jesús
será despreciado y vilmente asesinado por el egoísmo de los suyos.
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La
religión apasiona y ciega a no pocos de sus adeptos. Sobre todo
cuando se trata de quienes en la religión tienen mando, poder y
prestigio. En tales personas, el peligro de caer en el fanatismo es
frecuente. Y, además, el que padece eso no se suele dar cuenta de
lo que le pasa. Por eso Jesús se atrevió a decirles, a los
sacerdotes del poder y a los fariseos de la observancia, que eran
ladrones y asesinos. Además, les dijo esto ante "la multitud"
(Mt 21, 33). Es muy duro hacer semejante afirmación en público
refiriéndose a las supremas autoridades religiosas.
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¿Porqué
se atrevió Jesús a llegar hasta un juicio tan severo, hablando
precisamente de los hombres "más sagrados" y los fieles
"más piadosos"? Porque vio, con toda claridad, que
aquellos hombres se relacionaban con la religión "como
propietarios". Es decir, consideraban la institución religiosa
como "su propia finca". Una propiedad que defendían con
tanta pasión, que incluso maltrataban o le quitaban la vida a quien
fuera necesario, con tal de seguir mandando, ganando, viviendo con
las ventajas y la capacidad de decisión que tiene todo propietario.
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Sin
duda alguna, Jesús vio, en este comportamiento de los dirigentes
religiosos, el máximo peligro para la causa de la religión. Y para
la causa de Dios. El profesional de la religión, con demasiada
frecuencia y sin darse cuenta de lo que realmente hace, se puede
comportar (y se comporta) como el dueño de la finca: decide,
impone, manda, prohibe, maltrata a quien le estorba en sus planes...
Es la historia de entonces, que sigue y seguirá adelante,
mientras la religión siga siendo"como la propiedad" de
sus dirigentes.
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