2ª semana de cuaresma - sábado

EVANGELIO EN AUDIO

Nos encontramos con una parábola propia de Lucas, muy conocida. Esta parábola es clave para entender el nuevo rostro o imagen que de Dios tiene Jesús. Todos los grupos religiosos tienen por costumbre mostrar a Dios como “el castigador”, “el vengador”, “el que se irrita por todo” Dios ha terminado deformado por las predicaciones patológicas de muchos cristianos que no han experimentado en sus propias vidas, la inclusión, el perdón y el amor sin límites.
     Dios es exclusivamente amor, misericordia, perdón infinito. Eso es lo que Jesús dice de su Padre. El Hijo mayor no entiende eso. No puede comprender a Dios sino desde el prototipo del hombre religioso y observante, que solo vive de normas y de cánones, impidiéndole vivir la alegría y la fiesta del perdón que regresa la vida a su otro hermano, que estaba muerto. El hijo menor es ejemplo de los marginados, de los pecadores, de los que no cuentan para el sistema religioso.
     Éste que ha pecado, tiene más capacidad para vivir la fiesta del amor y del perdón.  
     Solo una breve precisión de los puntos que más pueden ayudar a entender mejor esta parábola tan conocida y repetida. 
     1) El tema central no es la conversión del hijo, sino la bondad del padre.
     2) El hijo no vuelve a la casa del padre porque se convirtió de su mala vida, sino porque se moría de hambre.
     3) El padre acoge al hijo extraviado sin pedirle explicaciones, ni le deja confesar lo que había hecho.
     4) El hijo extraviado estaba, no solo en la mayor miseria, sino además hundido psicológicamente y su autoestima destrozada. Un hombre roto.
     5) Lo más fuerte que hay en la parábola es que Jesús cambia por completo la imagen de Dios que, por lo general, tenemos los cristianos. Los predicadores religiosos han usado la imagen de Dios para fomentar el miedo en la gente y así obtener obediencia y sometimiento de los fieles.
     6) El hijo mayor es la imagen cabal del cristiano que no entiende a Dios.


Héroes de nuestra Iglesia 

Santo Toribio de Mogrovejo

(Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo; Mayorga, Valladolid, 1538 - Saña Grande, Perú, 1606) Prelado español. Consejero de la Inquisición en Granada, fue nombrado arzobispo de Lima en 1579. Al llegar a Perú reunió el III Concilio Provincial de Lima (1582-1583), que publicó un catecismo traducido al quechua y al aymara. Fundó además el seminario conciliar de Lima, el primero de América. Aprendió el quechua, el guajivo, el guajoya y el tuncha para predicar a los indios en su lengua.

Santo Toribio de Mogrovejo
Toribio de Mogrovejo cursó estudios de derecho y teología en las universidades de Salamanca y Coimbra (Portugal), y en 1568 fue nombrado inquisidor mayor de Granada. Las especiales aptitudes que demostró en este cargo (no abusó de sus prerrogativas y se mostró más bien flexible en los enjuiciamientos) lo presentaban como un candidato ideal para el apostolado en tierras americanas. A raíz de la propuesta de su nombre para el arzobispado de Lima, Toribio tomó en 1579 las órdenes sagradas y, una vez elevado a obispo, llegó a esa ciudad americana en mayo de 1581.
Durante los años siguientes Santo Toribio llevó a cabo una ingente labor encaminada a la organización de su extensa archidiócesis, y para ello la recorrió en cuatro ocasiones, aprendió quechua y otras lenguas nativas a fin de lograr una mayor comunicación con los indígenas y estimuló a los misioneros a que siguieran su ejemplo; hizo editar también los primeros catecismos americanos, tanto en castellano como en las diversas lenguas indígenas. De este modo, sin violentas imposiciones y empleando su propia lengua, logró divulgar el evangelio entre los indios quechuas y aymaras.
Toribio convocó tres importantes concilios provinciales (1582, 1591 y 1601) cuyas actas fueron recogidas en el Código Eclesiástico del Perú, y en 1591 fundó en Lima el primer seminario americano. Dio además la confirmación a Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y San Juan Macías. Beatificado en 1679 por el papa Inocencio XI (1676-1689) y canonizado en 1726 por Benedicto XIII (1724-1730), Juan Pablo II lo proclamó patrono del episcopado latinoamericano en 1983. Su fiesta se celebra el 23 de marzo.
 

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