Pocos
textos de los evangelios tienen la actualidad acuciante que tiene
este. Porque quizá nunca dio la cara la pasión por el dinero y el
bienestar como la está dando en estos tiempos de crisis, necesidad
y miseria. Al tiempo que la riqueza mundial se va concentrando cada
vez más y más en menos personas. El Evangelio se fija aquí en el
"pecado de omisión". En realidad, el rico no le hizo daño
alguno al pobre Lázaro. Simplemente lo dejó allí, tal como
estaba. Es lo que hacemos todos los que dejamos al pobre, al
enfermo, al extranjero, al preso... (Mt 25,41 -46). Como hicieron el
sacerdote y el levita que, en la parábola del buen samaritano,
pasaron de largo ante el moribundo de la cuneta (Le 10,31 -32). Que
es, a fin de cuentas el mismo daño que hacemos todos los que
tenemos dinero (por poco que sea) y dejamos que cada día se mueran
de hambre más de 30.000 niños.
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