Si los poderosos les piden quese queden, mala señal. Si las grandes fortunas los aprecian, los apoyan y no desconfían de ustedes, malo también. Si los políticos hablan bien de ustedes, muy malo. Los poderosos, y también los ricos y los políticos, desprecian a quien predica el Evangelio, porque ellos representan otro mundo muy distinto al de Jesús. Seguramente, preferirán siempre sus cerdos antes que a aquel que vivía entre sepulcros, aunque ahora esté sanado. Sin embargo, Jesús tuvo misericordia de él, no de los otros. Jesús es Señor de la vida, vencedor de la muerte. Este
episodio sucede en una región pagana, a orillas de un lago. El hombre
endemoniado vive en un cementerio. Es símbolo de muerte y marginación. Jesús
expulsa a los demonios que son muchos (legión, probablemente podría hacer
alusión a las legiones romanas); en todo caso, la reacción de los habitantes es
de temor y por eso le dicen a Jesús que se marche de allí. El hombre sanado
quiere seguir a Jesús, pero él lo envía a contar la buena noticia a los
habitantes de la región. Combatir las fuerzas de la muerte no siempre es bien
visto y acogido por todas las personas. A algunos les va bien convivir con el
mal. Probablemente, para los habitantes de aquella región pagana el negocio con
los cerdos era lucrativo. Por eso más bien le piden a Jesús que se vaya de allí. ¿Somos capaces de derrotar las fuerzas del mal que hay a nuestro alrededor o preferimos convivir con ellas?
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