Diócesis de Mar del Plata
1- El amor de Dios no pasará jamás
La segunda lectura de este Domingo nos regala el bello himno paulino sobre el amor. Al escucharlo vibra nuestro corazón cuando suena nueve veces la palabra amor. De su lectura brota una suerte de definición del amor con sus ocho referencias positivas en la línea del "amor es" y sus ocho expresiones negativas "el amor no es". La raíz griega que está presente en las nueve veces que aparece el término amor en el texto bíblico es siempre agapé. Es decir, el amor en cuanto capacidad de entrega, el amor oblativo, el amor de donación, el amor profundo que es capaz de dar la vida. En definitiva el amor que es el mismo Dios: Dios es amor, Dios es agapé nos dice con claridad la Palabra en 1Jn. 4,8.
Por eso, porque Dios es amor, Pablo concluye la primera parte de su himno con la expresión "el amor no pasará jamás" (1Co 13,8). El amor, el Dios que es amor, tiene una permanencia y una firmeza que nada ni nadie podrán cambiar y ni destruir nunca. El mismo Pablo dirá en otra de sus cartas "ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor" (Rom 8,39).
2- Nuestra vocación es el amor
Si Dios es amor y por eso el amor no pasará jamás, podemos ver nuestra vocación desde el amor y afirmar sin ambages que nuestra vocación es el amor. Dios que es amor nos llama a la existencia, nos crea y nos redime por amor. De esta manera Dios nos hace partícipes de su intimidad que es amor, agapé. Esta es nuestra identidad más profunda: Dios que nos amó primero (cf. 1 Jn 4,19) por su gracia y poder nos hace entrar en su interioridad trinitaria que es amor. Así nuestra vida queda estructurada teologal y existencialmente desde el amor. Nos dice Santa Teresita: "en mi alegría exclamé: ¡Jesús, amor mío, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor!".
Cuando redescubrimos que nuestra vocación es el amor, que hemos sido llamados y rescatados por el amor de Dios, tenemos que procurar responder desde la vida y la historia con un compromiso sostenido de amor. Amor que es más que un sentimiento, amor que es más que "frases de estampitas", amor que es más que declamaciones dulzonas... Un amor que es respuesta concreta a Dios que nos amó primero y se expresa en: paciencia, servicio, verdad, perdón, fe y esperanza. Un amor que nos hace estar en un camino constante de conversión para apartarnos de toda envidia, alarde superficial, envanecimiento, bajeza, auto-referencialidad, despecho, irritación e injusticia. Digamos con Teresita: ¡Mi vocación es el amor! ¡Nuestra vocación es el amor!
3- Consignas profundizar la vocación desde el amor
Nuestra vocación es el amor. Hemos sido llamados por amor y nuestra identidad vocacional se define en el amor. Por eso, con serenidad y profundidad deberíamos preguntarnos: ¿Qué significa para mí hoy la palabra amor? ¿Entiendo mí vida desde el amor? ¿Me dejo amar por Dios? ¿Experimento existencialmente que Díos me amó primero? ¿Qué me suscita la expresión "mi vocación es el amor"? ¿Capto que amar significa dar la vida? ¿Descubro que ese "dar la vida" se debe expresar en la experiencia cotidiana? ¿Dejo que el amor se traduzca en paciencia, servicio, verdad, perdón, fe y esperanza...?
Desde la gracia y el amor de Dios: ¿busco convertirme de toda actitud anti-amor que se expresa en envidia, alarde superficial, envanecimiento, bajeza, auto-referencialidad, despecho, irritación e injusticia?
Incluso podemos dar un paso más, especialmente para los jóvenes: ¿Me dejo fascinar por la entrega generosa del Señor? ¿Me impacta el amor audaz de Jesús que se juega totalmente? ¿Descubro cada día que el Maestro "me amó y se entregó por mí" como nos dice San Pablo? ¿Busco hacer discernimiento para definir mi vocación específica en la vida laical, consagrada o sacerdotal? ¿Descubro que puedo estar siendo llamado por Díos a un proyecto de amor que toma toda mi vida? ¿Estoy abierto a responder con generosidad y valentía en el llamado puntual que el Señor me está haciendo hoy? ¿Quiero ser el rostro del amor de Dios para los más pobres, enfermos, marginados y descartados...?
"El amor no pasará jamás" y, por eso, nuestra vocación es el amor. Que hagamos del amor de Dios el todo de nuestra vida que nos capacite para vivir, transmitir y comprometernos en serio desde la fe en lo pequeño y grande de cada día.
Con mi afecto y bendición de padre, hermano y amigo.
+ Gabriel Mestre Obispo de Mar del Plata
Adoración Vocacional para jóvenes ¡Jueves 7/2 20.30hs
Mensaje Vocacional 2019
"El amor no pasará jamás" (1Co 13,8) Nuestra vocación es el amor1- El amor de Dios no pasará jamás
La segunda lectura de este Domingo nos regala el bello himno paulino sobre el amor. Al escucharlo vibra nuestro corazón cuando suena nueve veces la palabra amor. De su lectura brota una suerte de definición del amor con sus ocho referencias positivas en la línea del "amor es" y sus ocho expresiones negativas "el amor no es". La raíz griega que está presente en las nueve veces que aparece el término amor en el texto bíblico es siempre agapé. Es decir, el amor en cuanto capacidad de entrega, el amor oblativo, el amor de donación, el amor profundo que es capaz de dar la vida. En definitiva el amor que es el mismo Dios: Dios es amor, Dios es agapé nos dice con claridad la Palabra en 1Jn. 4,8.
Por eso, porque Dios es amor, Pablo concluye la primera parte de su himno con la expresión "el amor no pasará jamás" (1Co 13,8). El amor, el Dios que es amor, tiene una permanencia y una firmeza que nada ni nadie podrán cambiar y ni destruir nunca. El mismo Pablo dirá en otra de sus cartas "ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor" (Rom 8,39).
2- Nuestra vocación es el amor
Si Dios es amor y por eso el amor no pasará jamás, podemos ver nuestra vocación desde el amor y afirmar sin ambages que nuestra vocación es el amor. Dios que es amor nos llama a la existencia, nos crea y nos redime por amor. De esta manera Dios nos hace partícipes de su intimidad que es amor, agapé. Esta es nuestra identidad más profunda: Dios que nos amó primero (cf. 1 Jn 4,19) por su gracia y poder nos hace entrar en su interioridad trinitaria que es amor. Así nuestra vida queda estructurada teologal y existencialmente desde el amor. Nos dice Santa Teresita: "en mi alegría exclamé: ¡Jesús, amor mío, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor!".
Cuando redescubrimos que nuestra vocación es el amor, que hemos sido llamados y rescatados por el amor de Dios, tenemos que procurar responder desde la vida y la historia con un compromiso sostenido de amor. Amor que es más que un sentimiento, amor que es más que "frases de estampitas", amor que es más que declamaciones dulzonas... Un amor que es respuesta concreta a Dios que nos amó primero y se expresa en: paciencia, servicio, verdad, perdón, fe y esperanza. Un amor que nos hace estar en un camino constante de conversión para apartarnos de toda envidia, alarde superficial, envanecimiento, bajeza, auto-referencialidad, despecho, irritación e injusticia. Digamos con Teresita: ¡Mi vocación es el amor! ¡Nuestra vocación es el amor!
3- Consignas profundizar la vocación desde el amor
Nuestra vocación es el amor. Hemos sido llamados por amor y nuestra identidad vocacional se define en el amor. Por eso, con serenidad y profundidad deberíamos preguntarnos: ¿Qué significa para mí hoy la palabra amor? ¿Entiendo mí vida desde el amor? ¿Me dejo amar por Dios? ¿Experimento existencialmente que Díos me amó primero? ¿Qué me suscita la expresión "mi vocación es el amor"? ¿Capto que amar significa dar la vida? ¿Descubro que ese "dar la vida" se debe expresar en la experiencia cotidiana? ¿Dejo que el amor se traduzca en paciencia, servicio, verdad, perdón, fe y esperanza...?
Desde la gracia y el amor de Dios: ¿busco convertirme de toda actitud anti-amor que se expresa en envidia, alarde superficial, envanecimiento, bajeza, auto-referencialidad, despecho, irritación e injusticia?
Incluso podemos dar un paso más, especialmente para los jóvenes: ¿Me dejo fascinar por la entrega generosa del Señor? ¿Me impacta el amor audaz de Jesús que se juega totalmente? ¿Descubro cada día que el Maestro "me amó y se entregó por mí" como nos dice San Pablo? ¿Busco hacer discernimiento para definir mi vocación específica en la vida laical, consagrada o sacerdotal? ¿Descubro que puedo estar siendo llamado por Díos a un proyecto de amor que toma toda mi vida? ¿Estoy abierto a responder con generosidad y valentía en el llamado puntual que el Señor me está haciendo hoy? ¿Quiero ser el rostro del amor de Dios para los más pobres, enfermos, marginados y descartados...?
"El amor no pasará jamás" y, por eso, nuestra vocación es el amor. Que hagamos del amor de Dios el todo de nuestra vida que nos capacite para vivir, transmitir y comprometernos en serio desde la fe en lo pequeño y grande de cada día.
Con mi afecto y bendición de padre, hermano y amigo.
+ Gabriel Mestre Obispo de Mar del Plata
Adoración Vocacional para jóvenes ¡Jueves 7/2 20.30hs
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