Viernes 18 de enero

Evangelio en audio (mp3)

     Hay que revisar la historia de la ortodoxia católica y aclarar quiénes fueron los auténticos blasfemos (es decir, «persona que injuria a Dios»). Como también hay que analizar la actualidad religiosa para distinguir con lucidez a aquellos que blasfeman.
      Jesús nos da la
clave: es fácil andar por ahí «perdonando los pecados», pero el auténtico signo de la presencia de Dios es que la gente se cura, se levanta y se pone a caminar.
      ¿Qué le puede importar a Él que un paralítico se haga católico si continúa siendo paralítico?

      No hay cosa más terrible que la parálisis… del corazón. En ese episodio contrasta la fe del paralítico y sus acompañantes con la obstinación y cerrazón de los letrados. Los primeros confían contra toda posibilidad. Están dispuestos a romper todas las barreras. Uno se podría imaginar subiendo a un paralítico por el techo y descolgándolo. De verdad que hay que tener una fe inmensa en el Señor Jesús. Por eso la compasión del Maestro no se deja esperar.
      Una vez más queda claro que la enfermedad está ligada con el pecado. Por eso sanar equivale a perdonar. Jesús devuelve la posibilidad de movilidad al paralítico, le devuelve su dignidad de ser humano y de hijo de Dios.
      Los otros, los críticos, no alcanzan a entender como la voluntad de Dios es salvar, liberar, dignificar al ser humano, a todo el ser humano y a todos los seres humanos. Indudablemente que la fe es confianza, convicción y compromiso.
     ¿Cómo vivimos nuestra experiencia de fe en medio de las dificultades de la vida?

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