Miércoles 30 de enero

EVANGELIO EN AUDIO (mp3)

Entre los lugares donde la semilla no puede florecer, a Jesús se le olvidó citar los templos: fríos, oscuros, suntuosos, de piedra. Nunca florecerá el Evangelio en un contexto semejante, ni podrá haber celebraciones cálidas y auténticas (como mucho, «liturgias»). Es urgente que nos liberemos de esos enormes caserones, entre otras cosas, porque ya nadie acude a ellos, y cuando hay grandes manifestaciones, los que acuden apenas tienen que ver con el Evangelio. Pero nos da miedo ser pequeños y no tener dónde reclinar la cabeza. 

Las personas que tienen un poco de conocimiento de agricultura quedarán sorprendidas de esta forma tan particular de sembrar. Normalmente lo primero que se hace es preparar la tierra, trazar las eras o surcos, colocar la semilla y cubrirla con tierra. Pero aquí el sembrador lanza la semilla sin preocuparse de donde va a caer. Es que así es el modo de proceder de Dios. Su Palabra es ofrecida a todos los seres humanos, cada uno está en libertad de acogerla o rechazarla. Esa es la manera de proceder de Dios tan diferente a la nuestra. La semilla de la Palabra va cayendo, creciendo y convirtiéndose en un arbusto con mucho fruto en la medida en que el corazón que la ha acogido la hace crecer y fructificar. Sus frutos serán bondad, amor, paz, justicia, libertad, equidad para todas las personas. Aprovechemos la oportunidad para examinar la calidad de la siembra y la cosecha en cada uno de nosotros, en nuestros grupos y comunidades. 

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