Presumimos de ser la religión más extendida a nivel mundial, pero ¿de qué nos vale? Somos muchos, pero no somos nada, porque no somos una religión auténtica, una verdadera familia de gente de Dios. Todo se basa en un gran equívoco. Y dichosos aquellos que, con sus críticas, ponen en evidencia la falacia de tal planteamiento cuantitativo. «La esencia se vende en frascos pequeños» (estamos en la semana de la semillita). Una familia enorme tiene, por fuerza, que hallarse dividida. | | | | | | | | |
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