jueves 17 de enero

 Evangelio en audio   

   Curar no lo es todo. Es importante, pero no lo es todo. Las personas, además de ser curadas, queremos que nos cuiden y que nos quieran.
        La mayor parte de nosotros no realizará jamás un milagro de sanación, pero podemos repartir continuamente un cariño pro
digioso.
        No todos podemos curar, es cierto, pero todos podemos querer. Y eso es lo esencial de nuestra actuación: somos gente que quiere.
        Y, si creemos, si tenemos fe, es porque esas creencias nos confirman que las caricias son lo más importante.


      ¡La lepra! ¡La espantosa lepra! El peor de los males. Según la mentalidad de la época, un castigo fulminante por un pecado grave cometido por el enfermo o alguno de sus antepasados.   
      Estas personas eran los excluidos dentro de los excluidos. Enfermos, impuros, pecadores, rechazados. Qué cuadro tan dramático. Nadie podía acercarse a un leproso. 
      Sin embargo, Jesús lo deja acercarse, escucha la súplica angustiosa, lo toca y lo sana de su terrible dolencia. Pero Jesús no quiere fama ni prestigio. Por eso le pide al que ha sido curado que no diga nada a nadie.
      Sus actos de liberación son signos de la presencia transformadora del Reino. La gente acude a él. Seguramente buscando bienes pasajeros, pero Jesús les ofrece los bienes del reino de Dios que proporcionan vida y libertad. 

      ¿Quiénes son hoy en nuestro medio los “leprosos” que suplican “salud”, liberación, justicia? ¿Cuáles son los signos con los que acompañamos el anuncio del reino de la vida a nuestro pueblo empobrecido, desesperanzado y marginado?  

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