Lunes 24 de diciembre: NOCHEBUENA

Misa de NOCHEBUENA  a las 20
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 Feliz Navidad, feliz plenitud. ¿Qué plenitud? ¿Qué he recibido yo de Jesús que me haga más pleno? Seguramente, un sentido de vivir que va directo al núcleo de la vida; una visión del mundo como el mundo no la da; una sensibilidad particular ante mis hermanos y sus problemas; una capacidad de crítica que me hace crecer; una austeridad que me da libertad; un ansia de fraternidad universal basada en la justicia, en la serenidad y en la paz. Todo esto no lo tendríamos sin Jesús. Llámalo, si quieres, Gracia. Pues gracias.
Este evangelio de Navidad nos presenta dos elementos importantes para la vida del cristiano: la Palabra y la Luz.
    La Palabra que nos viene de Dios se encarnó en Jesús hace más de dos mil años y vino a traernos un mensaje esperanzador.
   Sus palabras de vida eterna, como las describió Pedro, promueven vida digna para todos los seres humanos.
   Esa Palabra que existía desde la eternidad se manifestó humanamente en la persona de Jesús, quien habitó entre nosotros y vive hoy presente en medio de la humanidad sufriente y necesitada.   
   Por medio de la Palabra somos iluminados y enviados a anunciar el Evangelio a todos los pueblos del planeta. Jesús es esa Luz verdadera que ilumina a toda persona. El vino al mundo, pero fue rechazado por los suyos y sigue siendo rechazado hoy por los que no comparten su proyecto de vida.
   Nuestra misión como seguidores de Cristo es la de ser testigos de esa Palabra y luz del mundo. Por eso, acoger la Navidad que hoy celebramos con gozo y esperanza requiere acoger de verdad el mensaje que vino a traernos el Redentor: “ámense unos a otros como los he amado Yo”.
   Celebramos el misterio de la encarnación. Dios asume la condición humana en Jesús de Nazaret. Los evangelios subrayan la condición humilde de su nacimiento y señalan como condición para ese nacimiento la aceptación profunda y consciente por parte de José y de María, la lógica del actuar de Dios sucediendo en un pueblo pobre y sencillo.
    Hermanos y hermanas, ser seguidor de Jesús es asumir su mismo camino, el camino de la encarnación en los retos y desafíos de una cultura y de una época; una obediencia incondicional a Dios hasta la muerte.
    Por eso celebrar la Navidad no es solo un recuerdo, es luchar dentro de nuestros pueblos y nuestras circunstancias para que la dignidad de hombres y mujeres sea respetada, para que tengamos condiciones dignas de vida, y por hacer de nuestros países lugares más acordes al sueño de Dios, el Reino. En este espíritu, esencia del cristianismo, ¡Feliz Navidad para todos!


 Para la revisión de vida  

    En todo caso, la Navidad es fiesta de humanización, que celebra lo más humano de la vida: el amor, la ternura, la familia, la solidaridad... ¿Qué debo hacer para que no se me escape una Navidad más, para vivirla a fondo? 
  - La Navidad es en algunos países el período en que más suicidios se producen, sobre todo por parte de personas que viven solas, apartadas de la familia, o sin familia... ¿A qué se puede deber? 

 Para la oración de los fieles

 - Por todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente por los más necesitados, para que acojan con amor y alegría al Dios que a todos sale al encuentro, a cada uno por sus propios caminos religiosos, roguemos al Señor
 - Para que el nacimiento de Jesús nos dé la confianza y el optimismo de saber que Dios no abandona a la Humanidad, y que a toda ella la guía y conduce...
 - Para que el ambiente social navideño vaya acompañado en nuestras vidas por una vivencia intensa del misterio de la navidad, con oración y contemplación llena de paz y de agradecimiento...
 - Por todos los que están lejos de sus hogares, o no tienen familia, o están en soledad obligada o voluntaria; para que experimenten gozosamente la comunión y el amor por encima del cerco soledad que les rodea... 
 - Para que el ambiente de la navidad propicie en nuestros hogares el necesario clima de amor y ternura que durante la vida diaria nos es más difícil... 

Oración comunitaria 

- Dios, Padre Nuestro, que en Jesús nos has dado tu Palabra, hecha carne y sangre, fuerza y ternura, muerte y resurrección; te pedimos nos des la fuerza necesaria para seguir sus pasos por el camino que él nos trazó para llegar hasta ti, abrazando en nuestro caminar hacia ti a todos los hermanos y hermanas. Por Jesucristo Nuestro Señor.

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