Jueves Santo

EVANGELIO EN AUDIO: Juan 13, 1-15

1.  El relato del lavatorio de los pies no es solamente un ejemplo de humildad y servicialidad que nos dejó Jesús. Además de eso, y mucho más que eso, es la lección más elocuente y más tajante, que hay en los evangelios, en cuanto se refiere a cómo debe gestionarse la Iglesia, la comunidad cristiana, e incluso la convivencia en la sociedad. Para comprender lo que esto representa, se ha de tener en cuenta que este evangelio fue el último que se redactó. Y fue hacia el final del siglo primero. Para entonces, las "iglesias" que había organizado Pablo llevaban cerca de cincuenta años funcionando. Eran "iglesias" en las que había esclavos (Col 3,22-4,1; Filem; cf. 1 Pe 2,18-20; 3,9.14-17; 4,16). Y se sabe que uno de los deberes más frecuentes de los esclavos era lavar los pies a sus amos y señores. A sabiendas de que el esclavo era alguien "sin capacidad de decir "no" (Séneca, De benef. 3,19) (J.D.G. Dunn).
2.  Así las cosas, es importante fijarse en que todo el relato empieza con la grandiosidad de la misión que Jesús había recibido de Dios. Y el mismo relato termina diciendo que el ser humano más grandioso, que Dios ha enviado a este mundo, ese ser humano ha venido para dar ejemplo a los humanos, no de poder, sino de esclavitud. Es decir, vino a dar ejemplo "de alguien que pertenece a otro, no a sí mismo" (Aris­tóteles, Polit. 1,125a). Por eso precisamente lo que hizo Jesús aquella noche no era fácil de comprender. Y por eso también Pedro se resistía con firmeza a que Jesús hiciera con él el oficio de esclavo.
3.  En la primera carta de Pedro, se les dice a los responsables (o dirigentes) de la Iglesia que "cuiden del rebaño", "no por sacar dinero" en todo caso, jamás "tiranizando" a los que os han sido confiados (5,1 -3). Sin duda, había comunidades en las que ya no se cumplía la severa advertencia de Jesús a los Doce de no querer nunca los primeros puestos, ni gobernar como los jefes de las naciones y los tiranos de este mundo (Mc 10,42-45; Mt 20,25-28; Lc 22,24-27). El Jueves Santo, "Día del amor fraterno", es ante todo el día en el que la Iglesia recuerda que este mundo y esta Iglesia se tienen que gobernar desde la posición del que se sitúa en la vida como servidor y esclavo de los demás.

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