3º domingo de cuaresma ciclo B



1.  Lo más seguro es que este hecho sucedió en vísperas de la pasión, como indican los sinópticos. Juan lo adelanta al comienzo de la vida pública. Para destacar, desde el principio, que este tremendo conflicto con la religión marca lo que el IV Evangelio quiere enseñar. Según el evangelio de Juan, el lugar del encuentro con Dios ya no es el tem­plo (con sus sacerdotes, rituales y ceremonias), sino el ser humano. O sea, a Dios no se le encuentra ya en la sacrali­dad de las relaciones religiosas, sino en la laicidad de las relaciones humanas.

2.  Jesús no pretendió "purificar" el templo, sino "acabar"con él. Cuando las autoridades religiosas ("los judíos": Jn 1, 19; 11,47; 19,7.12; cf. 8, 31; 11,19; 12,11) piden explicaciones a Jesús, él responde: "Destruid este templo y en tres días lo levantaré". Se refería a su persona. Para Jesús, el templo es el ser humano. Y así pensaba la Iglesia primitiva: cada cristiano es el templo de Dios (1 Co 3,17; 6,19;2Co 6,16). Y cada ser humano es una piedra viva del santuario que Dios quiere (Is 66,1 s; Hech 7,49-51; 17,24).

3.  Los cristianos hemos restaurado lo que Jesús destruyó. Ahora merecen más respeto los templos que muchos se­res humanos. Y en las catedrales vuelve a correr el dinero. Eso sí, con unas liturgias observadas al pie de la letra, por más pesadas e insoportables que resulten. Da la impresión de que en Roma preocupa más el Ritual que el Evange­lio. Sin duda alguna, en la Iglesia, la Religión ha llegado a tener más importancia que el Evangelio.

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