6 DE ABRIL - MIÉRCOLES 2* SEMANA DE PASCUA

Jn 3,16-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente, detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios".

  1. 'Dios es amor"(l Jn 4, 8.16). Más aún. es "exceso de amor". Un amor tan grande, que es un "padre" que quiere tanto al mundo, que le "entregó a su Hijo único" Un cariño así, si hablamos del cariño desde donde únicamente lo podemos entender los mortales, desde la experiencia humana, eso es algo que no sucede entre seres humanos. Ningún padre entrega a su hijo a un mundo tan violento, tan cruel y tan peligroso como este mundo en que vivimos.
  2. Lo peor que hemos hecho los cristianos con este Dios no ha sido "ofenderlo" sino "deformarlo". Porque, en lugar de definirlo (en nuestros "Credos de Fe") como "Padre amoroso", lo hemos definido como, y así lo creemos y así lo rezamos, como "Padre todopoderoso". Hemos sustituido el amor por el poder. Con un agravante: el "Credo" del concilio de Nicea (a. 325) afirma que Dios es "pantokrátor" (DH 125), una palabra que puede traducirse "soberano universal" o "amo del universo". De hecho, este fue el título que utilizaron los emperadores de Roma, concretamente durante el mandato de los Antoninos, cuando hombres absolu­tistas y tiranos se hicieron adorar como dioses (P. Grimal). Los cristianos aceptamos el "Credo", leyéndolo, no desde la tradición imperial de Roma. Sino desde la tradición del Evangelio de Jesús.
  3. Para entender este evangelio, es necesario decir algo sobre la "condenación". Sea cual sea el significado último que tenga esa palabra (algo que nunca alcanzaremos los mortales), lo único que podemos tener claro es que no se trata del infierno eterno. Porque el hecho de castigar, o causar sufrimiento, solo puede ser aceptable como "medio" para obtener un buen fin (educar a un niño, reprimir a un delincuente...). El castigo (hacer sufrir a alguien) nunca puede ser "fin" en sí mismo. En ese caso, el castigo y el amor son absolutamente incompatibles. Dios, que se define como Amor, no puede ni haber creado, ni mantener, el infierno. La justicia de Dios no sabemos en qué consiste. Ni lo podemos saber. La existencia del infierno no es dogma de fe. Pensamos que Dios hará justicia con "los malos". Pero nunca podremos saber cómo Dios hace esa justicia. Eso nos trasciende. Dios -el Dios que nos presenta Jesús- ni sabe, ni quiere, ni puede hacer otra cosa que no sea amar. Y el que ama, por eso mismo lo que hace es contagiar felicidad.

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