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DE MARZO-SÁBADO 3a
SEMANA DE CUARESMA
Lc
18,9-14
En
aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose
por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los
demás: "Dos hombres subieron al templo a orar: uno era un
fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su
interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás:
ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos
veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano,
en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos
al cielo; solo se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios!, ten
compasión de este pecador. Os digo que este bajó a su casa
justificado y aquel no. Porque todo el que se enaltece será
humillado y el que se humilla será enaltecido".
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Hay quienes piensan que los fariseos tuvieron sus primeros orígenes a partir del cautiverio de los israelitas en Babilonia (s. V a.C). Este colectivo representaba la decepción que vivió Israel ante el fracaso de los profetas para restaurar al pueblo (P. Ricoeur). En tiempo de Jesús, según F. Josefo, los fariseos se sentían orgullosos de su conocimiento y de su observancia de las leyes religiosas y de las tradiciones orales que enseñaban los rabinos (Ant. XVII, 41). En tiempos de Herodes (Ant. XVII, 42) había más de 600 fariseos (G. Baumbach).
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No es posible describir exhaustivamente el modelo humano-religioso del "eterno fariseo". Porque ha variado en no pocas cosas con los cambios culturales. Pero hay características permanentes del "modelo fariseo". Podemos señalar dos: 1) Fariseo es el que tiene conciencia de vivir en condiciones de superioridad moral respecto a los que él ve como gente equivocada, perdida, ignorante, culpable de que la sociedad y la Iglesia estén como están. 2) Fariseo es el que, supuesto lo dicho, se siente satisfecho de sí mismo y no consiente ni mezclarse con los degenerados, los equivocados, los impuros, los canallas que están arruinando la religión y la patria.
3.
El
fariseo se caracteriza por su modo de orar a Dios. En realidad, "su
oración es un elogio de sí mismo" (Alberto Maggi), hasta el
extremo de verse superior al común de los demás, a los que
considera como gente vulgar, degenerada y perdida. Es el polo opuesto
al "eterno publicano", que es el que se ve perdido, sin
salida moral en la vida, indigno hasta de mirar a Dios. Y el colmo de
todo este asunto está en que Dios no tolera al satisfecho fariseo,
al tiempo que abraza con cariño indecible al "modelo
publicano", que a muchos nos produce tanto rechazo. Sin duda
porque no acabamos de "matar al fariseo" que llevamos
dentro.
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