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DE MARZO-MIÉRCOLES 4a
SEMANA
DE CUARESMA
Jn
5,17-30
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Mi Padre sigue
actuando y yo también actúo". Por eso los judíos tenían más
ganas de matarlo: porque no solo violaba el sábado, sino también
llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la
palabra y les dijo: "Os aseguro: el Hijo no puede hacer por su
cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo
hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo
que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro
asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida,
así también el Hijo da vida a ios que quiere. Porque el Padre no
juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para
que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al
Hijo, no honra al Padre, que lo envió. Os lo aseguro: quien escucha
mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no será
condenado, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que
llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del
Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque igual que el
Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer
de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del
Hombre. No os sorprenda que venga la hora en que los que están en el
sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una
resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección
de condena. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo,
juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió".
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Ante todo, lo que aquí dice Jesús es la respuesta que les dio a los dirigentes judíos para explicarles por qué había curado al paralítico de la piscina precisamente un sábado. Esta actuación de Jesús y el hecho de decirle al paralítico que se fuera a su casa con la camilla (Jn 5,8), indignó a los "judíos" hasta el extremo, que el evangelio asegura que "trataban de matarlo" (Jn 5,18). Jesús había violado provocativamente la interpretación oficial que los rabinos hacían de la Tora (la Halaká, interpretación oral de la Ley escrita). Además, Jesús actuó así en Jerusalén y en plena fiesta (seguramente) de Pentecostés (R. E. Brown). Y es que, efectivamente, la violación consciente de la ley del sábado era castigada con la lapidación.
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Pues bien, ¿cómo justificó Jesús lo que acababa de hacer, en tales condiciones? En el relato mítico de la creación se dice que el día séptimo "Dios descansó" (Gen 2, 2). Por eso los judíos observantes, hasta hoy, afirman que "el Shabbat... es el día de la liberación, el día que, desde los albores de la vida universal, triunfa de la fatalidad y proclama la absoluta libertad del Creador" (La voz de la Torah, I). Así las cosas, lo que Jesús les dijo a los observantes judíos que él hacía lo que ve que hace el Padre (Jn 5,19). Esa fue toda su argumentación.
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¿Qué significa esto? Lo que el Padre hace constantemente -también el sábado-es "dar vida". Al decir esto, Jesús afirma que todo lo que da vida, es fuente de vida, defiende la vida y hace más digna la vida, ahí y en eso es donde está Dios. Esto es lo que Dios hace. Dios no está en el que se desentiende del sufrimiento, de la vergüenza y del dolor de los últimos.
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