7
DE MARZO-LUNES
4a
SEMANA DE CUARESMA
Jn
4,43-54
En
aquel tiempo, salió Jesús de Samaría y se fue a Galilea. Jesús
mismo había hecho esta afirmación: "Un profeta no es estimado
en su propia Patria". Cuando llegó a Galilea, los gaiileos lo
recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en
Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la
fiesta. Fue Jesús otra vez a Cana de Galilea, donde había
convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un
hijo enfermo en Cafarnaúm. Oyendo que Jesús había llegado de Judea
a Galilea fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que
estaba muñéndose. Jesús le dijo: "Como no veáis signos
y prodigios, no creéis". El funcionario insiste: "Señor,
baja antes de que se muera mi niño". Jesús le contesta: "Anda,
tu hijo está curado". El hombre creyó en la palabra de Jesús
y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su
encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a
qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: "Hoy a
la una lo dejó la fiebre". El padre cayó en la cuenta de que
esa era la hora cuando Jesús le había dicho "tu hijo está
curado". Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo
hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
1.
Los estudiosos de los evangelios han analizado cuidadosamente si este
relato del IV evangelio es una variante, con ligeras diferencias, del
que se encuentra en Mateo y Lucas, en los que se relata la curación
del siervo del centurión romano (Mt 8, 5-13; Le 7, 1-10). La
diferencia principal entre este relato de Juan y los de Mateo y Lucas
está
en que aquí se habla de un "funcionario real", de
nacionalidad y religión judía, mientras que en los otros evangelios
se trata de un militar pagano (J. D. G. Dunn). El primer"signo",
que hizo Jesús, fue el del vino para un banquete de boda (Jn
2,1-11). El segundo fue devolver la salud a un enfermo moribundo, que
se relata en este evangelio. Jesús no vivió centrado en las
observancias religiosas, sino en la felicidad de las personas.
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Lo que menos importa, en la redacción de estos episodios, es precisar si se trata de variantes del mismo suceso o se habla de casos distintos. A fin de cuentas, lo mismo da que Jesús curase al criado (o al hijo) de un judío o de un romano. Lo importante es la preocupación de aquel personaje por la curación y la vida del muchacho. Y el correspondiente interés de Jesús por remediar el sufrimiento del paciente y su familia.
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Con frecuencia ocurre que nos interesan más los detalles (sociales, históricos...) que los problemas más graves y apremiantes de la vida. Perdemos más tiempo en resolver curiosidades que en aliviar sufrimientos. Por ejemplo, nos interesan más las técnicas, que facilitan la distracción o la curiosidad, que los avances científicos que pueden mejorar la salud de los enfermos o incluso salvar la vida de tantos moribundos. Es urgente que la teología y los teólogos sepamos centrarnos en lo fundamental, en las cuestiones que nos llevan derechamente al fondo de la felicidad o la desgracia de las personas.
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