Semana
de Pascua: ¿por qué somos
tan
reacios a la vida y a la alegría?
Ha
terminado la Cuaresma; hemos completado ese «cursillo» que Jesús
nos ha dado sobre el ser evangeli-zadores, portadores de su mensaje
hoy. Ahora se trata de ponerlo en práctica... y empezamos a
encontrarnos con las primeras dificultades.
Por
ejemplo, y en primer lugar: nos cuesta alegrarnos, nos resistimos a
la alegría; no entendemos por qué debemos estar alegres (DOMINGO:
«Hasta entonces no habían entendido»»), a pesar del mandato
explícito de Jesús (LUNES: «¡Alegraos!»-). A nosotros nos va más
el llorar, el quejarnos, el lamentarnos (MARTES: «¿Por qué
lloras?»); somos torpes para entender la razón de nuestra
alegría (MIERCOLES: «¡Qué necios y torpes sois!») y nos quedamos
atónitos (JUEVES: «¿Por qué surgen dudas en vuestro cora
zón?»),
sin atrevernos a dar el paso que nos liberaría (VIERNES: «Ninguno
se atrevía a preguntarle quién era»).
Jesús
nos reprocha esa resistencia nuestra a echarnos en brazos de la
felicidad (SÁBADO: «Les echó en cara su incredulidad»).
La
Pascua es la ocasión ideal para hacer prácticas de alegría.
Una
semana para preguntarnos por qué nos cuesta tanto unir fe y alegría.
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