27 DE MARZO DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Jn20,1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto" Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro, se adelantó y llegó primero al sepulcro;y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo como las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

  1. Los relatos de las apariciones de Jesús resucitado no son, ni pueden ser, relatos históricos. Porque se refieren a acontecimientos que no sucedieron en la historia, sino "más allá de la historia". La resurrección y el Resucitado no se pueden situar en la historia de los mortales. Se sitúan en la existencia que trasciende toda posible condición mortal. Cuando hablamos del Resucitado, no nos referimos a un "mortal", sino al eterno Viviente. Resucitar no es revivir {volver a esta vida). Resucitar es trascender esta vida. Y superar la muerte para siempre. Por eso, lo correcto es decir que los relatos de la resurrección son relatos de experiencias de fe, que vivieron los apóstoles y los primeros discípulos. Ellos son los primeros testigos de nuestra fe en el Resucitado y en nuestra resurrección.
  2. Como es lógico, nada de esto es evidente. Todo esto se sabe, se espera y se hace posible gracias a la fe. Porque creemos en el Señor de la vida, por eso creemos en que la muerte no es el final. Todo lo contrario, la muerte es el comienzo. Porque el momento de la muerte es el momento de la transformación de una forma de existencia, siempre limitada y cargada de penalidades, a otra forma de existencia, que sacia todo posible deseo y toda ilusión por más imaginaria que se nos antoje.
  3. Pero lo más grande del domingo de Resurrección no es el provecho que esperamos y queremos para nosotros. Hay algo previo a todo eso. Algo que es lo que hace posible todo lo demás. Antes que nuestra transformación, estuvo la exaltación del propio Jesús. La resurrección no consistió en que Jesús "volvió" a esta vida. Eso sería simplemente "revivir". Lo que (si es que fue asi) le ocurrió a Lázaro, al hijo de la viuda de Naím o a la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga (los casos que cuentan los evangelios). Pero no. La resurrección de Jesús nos dice que aquel humilde campesino de Galilea "fue constituido Hijo de Dios en plena fuerza a partir de su resurrección de la muerte: Jesús, Mesías, Señor nuestro" (Rom 1,4). Jesús, que fue la "imagen" de Dios en la tierra (Col 1,15), alcanza la "plenitud" de Dios en este día. Y por eso, el Señor Jesús es la plenitud de todas nuestras mejores ilusiones.

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