Mt
26,14-25
En
aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los
sumos sacerdotes y les preguntó: "¿Qué estáis dispuestos a
darme si os lo entrego?" Ellos se ajustaron con él en treinta
monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo. El primer día de los ácimos se acercaron los discípulos
a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos
la cena de Pascua?" El contestó: "Id a casa de Fulano y
decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo
celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos". Los
discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la
Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían
dijo: "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar".
Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: "¿Soy
yo acaso. Señor?" El respondió: "El que ha mojado en la
misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del Hombre se va
como está escrito de él; pero, ¡Ay del que va a entregar al Hijo
del Hombre'., más le valdría no haber nacido". Entonces
preguntó Judas, el que lo iba a entregar: "¿Soy yo acaso,
Maestro?" El respondió: "Tú lo has dicho".
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Jesús no celebró la cena de despedida en el día de la Pascua judía (el Pessah). El evangelio de Juan puntualiza este asunto cuando corrige a los sinópticos y precisa que todo esto ocurrió "antes de la fiesta de pascua" (Jn 13.1; 18,28b). Así se pensó en los primeros siglos de la Iglesia. Orígenes, Apolinar de Laodicea, Juan Crisóstomo y la tradición exegética occidental así lo atestiguan. Esta idea se mantuvo en la Iglesia hasta el s. XVI (U. Luz). Por tanto, la última cena no fue un acto "religioso" o "sagrado" sino una "cena de despedida", un "simposio" por la importancia que tenía el banquete en la cultura de aquellos tiempos (D. E. Smith).
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Entre las cosas que ocurrieron aquella noche, llama la atención la importancia que le conceden los evangelios a Judas en el relato de la Pasión. La liturgia de Semana Santa insiste también en ello. Los textos que recuerdan a este siniestro personaje son abundantes (Mt 10.4; 26,14.25.47; Me 3,19; 14,10.43; Le 6,16; 22.3.47.48; Jn 6,71; 12,4; 13,2.26.29; 14,22; 18,2.3. 5; Hch 1,16). Sin duda la Iglesia vio siempre, en este personaje, el testimonio de una figura detestable que, por desgracia, perdura en la Iglesia. Es la figura del que, taimadamente, a ocultas y con disimulo, entre los mismos apóstoles, sigue traicionando a Jesús, a su Evangelio, por mantener sus ideas, sus intereses, su codicia por el dinero, su cargo de privilegio.
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Por desgracia, tener un cargo en la Iglesia o ser"católico practicante"son denominaciones que dan categoría y que, en no pocos ambientes, hacen "fiable" a una persona. Por desgracia, son muchos los que se sirven de la religiosidad o de la "carrera eclesiástica" sencillamente para trepar o para vivir mejor en este mundo. Los "judas" de siempre están siempre minando la credibilidad del Evangelio. Y seguramente ni se dan cuenta del daño que se hacen a sí mismos. Y del daño que le hacen a tanta gente.
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