Lc
4, 24-30
Vino
Jesús a Nazaret
y dijo al
pueblo en la sinagoga: "Os aseguro que ningún profeta es bien
mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas
en tiempos de Elias, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis
meses, y hubo una gran hambre en todo el país, sin embargo, a
ninguna de ellas fue enviado Elias, más que a una viuda de Sarepta
en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en
tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado,
más que Naamán el sirio". Al oír esto, todos en la sinagoga
se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo
hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con
intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y
se alejaba.
1.
En el "mundo desbocado" (A. Giddens) en que vivimos, el
desorden y el desconcierto que padecemos se deben, en gran
medida, a la creciente facilidad de comunicación, de transporte
y el consiguiente trasiego de gentes que se relacionan y viajan por
el mundo entero. Esto, que es un progreso, entraña también un
peligro. Cada día nos comunicamos con más gente. Pero la
comunicación es también cada día más superficial. Lo que lleva
consigo, entre otras cosas, el peligro de la "xenofobia".
Esta
palabra, como es sabido, proviene de dos términos griegos: xénos,
"extranjero" y phóbos, "miedo". La xenofobia
consiste, por tanto, en el rechazo, el miedo e incluso el
enfrentamiento con el extraño, el que pertenece a otro país, a otro
pueblo, a otra
cultura,
a otra religión. De ahí que la xenofobia está en la raíz de
muchas divisiones, contiendas, guerras y, en general, dificultades
para la buena convivencia entre los seres humanos.
-
Con frecuencia, los animales tienden a marcar su propio territorio. Y abundan las especies en las que esa marca se hace mediante los propios excrementos. El territorio en el que el más fuerte (un macho, normalmente) ejerce su dominio. Por eso la intolerancia ante el extraño es fruto del miedo a que otro domine lo que presuntamente me pertenece a mí y a los míos. Este sentimiento -por lo que se ha dicho antes- se ha extendido por casi todo el mundo. De ahí, la xenofobia ante los inmigrantes, los que hablan otras lenguas, los que tienen otras costumbres, otras creencias, etcétera.
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La conducta de Jesús con los extranjeros fue ejemplar. En el juicio definitivo, el rechazo del extranjero será motivo de perdición. (Mt 25,35.41). Por eso Jesús mostró una predilección especial por los samaritanos (Le 10, 33; 17,11-12; Jn 4,4 ss), hasta el extremo de ser insultado él mismo con el apelativo deí'samaritano"(Jn 8,48). Por eso no es de extrañar que siguieran a Jesús gentes de países extranjeros (Mt 4, 24-25). Todo esto es lo que explica el enfrentamiento de Jesús con los vecinos de Nazaret. Y el cuidado que hemos de tener para ser siempre acogedores, educados, comprensivos, tolerantes y serviciales con los extranjeros.
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