Mc
6,30-34
En
aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le
contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Venid
vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco". Porque
eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para
comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los
vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas
fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al
desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos,
porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con
calma.
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Lo primero que llama la atención aquí es la humanidad de Jesús. Porque, cuando vio que los discípulos, después de un viaje de misión venían cansados, necesitaban un tiempo y un sitio tranquilo para descansar. Pero, además, cuando se encuentra con la gente que le busca, antepone la necesidad de la gente al propio retiro y al propio descanso. Dos veces recuerda Marcos que no les quedaba tiempo ni para comer (Mc 3,20; 6,31 b).
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Lo que más destacan los evangelios es el poder de seducción que tenía Jesús. Su bondad, su sensibilidad ante el sufrimiento humano, su respuesta al hambre, al dolor, al desamparo de los pequeños y de los últimos, todo eso, ejercía una seducción casi irresistible. Jamás en la historia, esta cualidad de Jesús tuvo la actualidad que tiene ahora. ¿Por qué? El cambio más profundo, que se está produciendo a una velocidad de vértigo, es el cambio en los seres humanos. Es la consecuencia del crecimiento desbocado de las tecnologías. Sobre todo, las técnicas de la "comunicación" y del "consumo". Esto nos ha cambiado por completo, sin que nos demos cuenta de lo que las técnicas están haciendo con nosotros. De forma que el poder, al que nos sometemos, ya no es el poder opresor, sino el poder seductor. Pero, ¡atención!: en la modernidad, lo que seduce son las máquinas, fruto de la tecnología; en el Evangelio, lo que seduce es la persona, fruto de la bondad.
3.
El
problema más grave, que todo esto nos plantea, es que la
comunicación y el consumo seducen. Pero seducen esclavizando,
produciendo desigualdad económica y social, desquiciando a las
personas. La esperanza está en comprender y vivir el Evangelio, no
como una religión más, sino como la fuerza increíble que tiene la
bondad al servicio de la misericordia. Esto es lo único que nos hace
felices y libres.
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