Lc
9, 28 b-36
En
aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo
alto de una montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su
rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente dos
hombres conversaban con él: eran Moisés y Elias, que aparecieron
con gloria, y hablaban de su muerte, que iba a consumar en
Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño;y
espabilándose vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con
él. Mientras estos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: "Maestro,
qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas: una para ti, otra
para Moisés y otra para Elias". No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió. Se
asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: "Este
es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Cuando sonó la voz, se
encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento,
no contaron nada de lo que habían visto.
1.
Este
relato contiene una importancia singular en los tres evangelios
sinópticos (Me 9, 2-8; Mt 17, 1-8). Prueba de ello es que la
literatura teológica que se ha producido para explicar este
episodio es enorme (F. Bovon). Baste pensar que estamos ante un
relato del que resulta muy difícil precisar el género literario en
que está redactado (H. Riesenfeld, M. Sabbe, R. H. Gause...). Lo
cual es comprensible. Porque aquí se da cuenta de una experiencia
en la que se rozan "lo humano" y "lo divino",
"lo inmanente" y "lo trascendente".
2.
Dios
(trascendente) se nos ha comunicado en Jesús (inmanente). Pero ser
"trascendente" no significa ser"infinitamente
superior" sino simplemente "ser inconmensurable"
es decir "de un orden absolutamente distinto". Esto
significa que, si la trascendencia fuera objeto de experiencia
posible, desde ese momento justamente dejaría de ser trascendente
(S. Nordmann). Pues bien, siendo esto así, Jesús (aquel humilde
campesino de Galilea) es el punto de sutura de la realidad que nos
trasciende (Dios) con nuestra limitada realidad (nosotros los
humanos). O sea, en Jesús (y solo en él) sabemos de Dios, lo que
dice Dios, y lo que Dios quiere o no quiere. Por esto, el relato
termina con la voz trascendente que señala a Jesús y decía:
"escuchadle a él". Y allí quedó: "Jesús solo".
3.
Para
saber de Dios y hablar de Dios, no nos queda nada más que Jesús.
Ni Moisés, ni Elias. Ni la Ley, ni los Profetas. Solo la vida y la
palabra de Jesús. En esa vida y en esa palabra es donde tenemos que
buscar y encontrar el sentido de la vida.
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