12 DE FEBRERO-VIERNES SEMANA DE CENIZA

Mt 9,14-15
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús preguntándole: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y en cambio tus discípulos no ayu­nan?" Jesús les dijo: "¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán".
  1. En este breve episodio, lo que queda claro es que los discípulos de Jesús no ayunaban. Sin duda alguna, aquellos discípulos no practicaban el ritual del ayuno porque eso es lo que habían visto en Jesús. Y seguramente así se lo había recomen­dado el mismo Jesús. Esto es lo más seguro que se puede deducir de este texto, tal como quedó recogido en el evangelio de Mateo.
  2. También se debe destacar la relación que Jesús establece entre el ayuno y el entierro. Como la relación opuesta entre el propio Jesús y la boda. De donde resulta una enseñanza obvia: mientras que los ritos religiosos evocan la muerte, la presencia de Jesús nos orienta hacia la vida, incluso hacia lo más gozoso de la vida, una fiesta de boda, con lo que supone de alegría, abundancia de comida y bebida, el enamo­ramiento y el disfrute que conlleva la entrega mutua de los seres humanos.
3* Es verdad que los cristianos ayunaron desde los primeros años del siglo segundo, como consta por la Didaché (8, 1; cf. Bill. II, 242 s). Pero este texto no permite desarrollar una teología del ayuno (U. Luz). Fueron sobre todo los monjes, a partir

del. s. III, quienes prestigiaron el ayuno en la ascética como ideal de santidad cristiana (Atanasio,Vita Ant.46,2). En todo caso, la Iglesia siempre ha recordado la dura crítica que Isaías III hace del ayuno. Y sobre todo tendría que practicar la propuesta que nos hace el Señor: "El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne" (Is 58,6-7).

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