Ciclo C, reflexiones diarias de la mano de José María Castillo

La dificultad más fuerte, que han tenido -y tienen- muchos cristianos, para comprender a Jesús de Nazaret, no está en aceptar su divinidad, sino en la aceptación de su huma­nidad. Esta dificultad se palpa ya en algunos escritos del Nuevo Testamento. Por ejemplo en las cartas de Juan y, sobre todo, en las del apóstol Pablo. La razón de esta resistencia, para aceptar en Jesús lo mismo lo humano que lo divino está en una corriente de pensamiento, que fue potente en los primeros siglos del cristianismo, y que, en algunas de sus manifestaciones, ha llegado hasta nosotros. Se trata del gnosticismo. Una filoso­fía, que tuvo apogeo ya en los siglos I y II. Los gnósticos defendían una oposición tan fuerte entre Dios y el mundo, que llegaban a despreciar lo material y lo humano como la gran dificultad que tenemos los mortales para encontrar a Dios y poder salvarnos. Poca gente se imagina que el hecho de que al apóstol Pablo le interesara tan poco el Jesús carnal, el Jesús de la historia, le hiciera centrar su atención en el Cristo resucitado. Lo que se debe sobre todo a la fuerte carga de pensamiento gnóstico que Pablo aprendió y aceptó. (A. Pinero - J. Montserrat). Como también son muchos los cristianos que no sospechan que una de las herejías más importantes de la Iglesia antigua fue el monofisismo, la doctrina que defendió Eutiques, un monje del s. V, que, en definitiva, venía a decir que la humanidad de Cristo quedó absorbida por la divinidad. O sea, según los monofisitas. Cristo sería humano solo en apariencia.
El monofisismo sigue vivo en algunas iglesias ortodoxas de Oriente. Pero está más presente de lo que imaginamos entre nosotros. Hasta el punto de que es una de las dificultades más fuertes que tenemos para entender los evangelios. Y, por eso, para comprender a Jesús y su mensaje. ¿Por qué hay tantos cristianos que casi siempre hablan de Cristo o de Jesucristo, pero se resisten a hablar de Jesús? Quienes se portan así, quizá sin darse cuenta, están condicionados por el monofisismo. No acaban de aceptar que Jesús fue un ser humano, plenamente humano, tan humano como los demás. Y no saben que, al pensar así y portarse en consecuencia, están rozando una herejía. O lo que es peor, se están privando de conocer el contenido del Evangelio y, por eso mismo, de conocer a Dios. El Dios, el Padre, que se nos dio a conocer en Jesús. El monofisismo fue condenado en el concilio de Calcedonia (año 451).

Esto explica por qué, en este libro, se insiste en la importancia de lo humano, y de la humanidad, para comprender y vivir el cristianismo.

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