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DE ENERO-DOMINGO 4o
DEL TIEMPO ORDINARIO
Lc 4,21-30
En
aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: "Hoy se
cumple esta Escritura que acabáis de oír". Y todos le
expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia
que salían de sus labios. Y decían: "¿No es este el hijo de
José?" Y Jesús les dijo: "Sin duda me recitaréis aquel
refrán: "médico cúrate a ti mismo"; "haz también
aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm".
Y añadió: "Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su
tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de
Elias, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo
una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue
enviado Elias más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de
Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta
Elíseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado nada más que
Naamán, el sirio". Al oír esto, todos en la sinagoga se
pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo
hasta un barranco del monte donde se alzaba su pueblo, con intención
de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos, y se alejaba.
1.
En
este episodio, tal como lo han traducido (del griego al español), da
la impresión de que allí ocurrió algo muy raro: los oyentes de la
sinagoga de Nazaret"se admiraban"de lo que decía Jesús.
Pero a renglón seguido se produjo un fenómeno extraño, que
consistió en que los mismos que admiraban a Jesús, cuando este
terminó de hablar, resultó que querían matarlo despeñándolo por
un barranco que había cerca del pueblo. ¿No es esto una evidente
contradicción?
-
No hay contradicción. Lo que ocurrió es que Jesús, al recordar el texto del profeta Isaías (61,1-2), se saltó las palabras que hablan de "el día del desquite de nuestro Dios" (Is 61, 2 b). Y eso, sin duda, es lo que empezó a molestar a los que había en la sinagoga. Los nazarenos, por lo visto, creían en un Dios vengativo que viniera a"desquitarse"y a castigar a los romanos. Pero en vez de pacificar a aquellos nacionalistas violentos, a los que según parece había pertenecido José (Lc 4, 22 b), resulta que Jesús les recordó dos casos en los que Dios había favorecido a los paganos antes que a los judíos. Tal fue el caso de la viuda de Sarepta y el de Naamán el sirio (cf. Eclo 48, 3; Sant 5,17; cf. L. C. Crockett: Hech 11, 28; 10,1-11.18. Cf.F.Bovon).
-
El Dios de Jesús no quiere religiones que se consideran a sí mismas superiores a otras, preferidas y privilegiadas más que otras. Ni quiere límites y fronteras que dividen y separan. Ni tolera nacionalismos que excluyen. Jesús prefirió al centurión romano (Lc 7,2-10 par), a la mujer cananea (Mt 15,21-28; Me 7,24-30), al buen samaritano, por encima del sacerdote y el levita (Lc 10,30-35) y al samaritano leproso más que a los nueve leprosos judíos (Lc 17, 11-19). Como ha dicho el papa Francisco, lo que importa es la honradez y la bondad, no la religión a la que perteneces. Jesús puso el centro de la religión en la ética, no en los ritos ni en los dogmas.
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