Jn7,1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesiis la
Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de los Campamentos. Cuando sus parientes habían
subido ya a la fiesta subió también él; pero no mostrándose, sino
clandestinamente. Entonces algunos que eran de Jcrusalén dijeron: "¿No es
este el que intentan matar? Pues mira cómo habla abiertamente y no le dicen
nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este
sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de
dónde viene". Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
"A mi me conocéis y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por
mi cuenta, sino enviado por el que es veraz: a ese vosotros no ¡c conocéis; yo
lo conozco porque procedo de él y él me ha enviado". Entonces intentaban
agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su
hora.
1. La fiesta de los Campamentos (o de las
Chozas) se celebraba en otoño, cuando los campesinos habían terminado de
recoger la vendimia. Era una fiesta de agricultores que daban gracias a Dios
por la cosecha. Duraba una semana y a ella acudía mucha gente. Pero lo más
importante era la fuerte carga religiosa que se vivía esos días que servían
para excitar las esperanzas mesiánicas del judaismo (Lv 23,33-36; Zac 14,
16.19; 9,9). Si a Jesús se le veía como una posible promesa o una amenaza, se
comprende que acudiera a la fiesta clandestinamente.
2. Tiene que ser fuerte sentirse vigilado,
controlado y amenazado de muerte. Jesús sabía que lo iban a matar. En tales
condiciones, acudir a una fiesta tan nacionalista y de tanta exaltación
religiosa era evidentemente correr un riesgo. Podía pasar cualquier cosa. Jesús
tuvo que echarle valor a aquel viaje. Pero no se dejó dominar por el miedo.
Subió a Jerusalén, se fue derecho al templo y allí se puso a hablar e incluso
a gritar. Y gritó de tal manera que intentaron matarlo entonces mismo. Pudo
escapar porque no le había llegado su hora.
3. Para hablar de Dios, como lo hizo Jesús,
hay que ser muy libre. Y tener valor para vencer el miedo. Y es que hablar de
Dios, como se debe hablar, es un asunto muy peligroso. Hablar del
"Dios" que les conviene a los poderes de este mundo es una cosa que
da poder y prestigio. Hablar del Dios que cuestiona a esos poderes, sobre todo
al poder y a los intereses de los hombres de la religión, es peligroso, en ello
se juega uno hasta la misma vida.
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