viernes 5ºDA-ciclo B

Mc 7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de ¡agen­te a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: "Effeta" (es­to es, "Ábrete"). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más intensidad lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asom­bro, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
1.  El problema de fondo, que resuelve aquí Jesús, es el problema de la incomunicación humana. Y lo resuelve en la De­cápolis, una región cuya localización no se puede precisar con certeza. ¿Fue un error de Marcos? ¿Es un error nuestro? Importa poco este punto concreto. Lo que interesa es que Jesús, a su paso por una región probablemente de Siria (cf. Marcus Joel, G.Theissen, R. G. Lang), resuelve (simbólicamente) el problema de la incomunicación entre religiones y cul­turas. La incomunicación que se simboliza en un hombre que era sordo y mudo. No oír ni poder hablar es vivir incomu­nicado.
2.  Además, la sociedad de los "medios de comunicación" es la sociedad de la "incomunicación". Se nos oculta la verdad de lo que realmente ocurre y se hace insoportable la incapacidad de empatizar con el otro, ponerse en el lugar del otro. Y así, el aislamiento en que viven muchas personas es aterrador. Como aterradora es la información manipulada que nos llega sobre asuntos que son los que más nos importan a todos.

3.  Superar la incomunicación humana es algo tan difícil, que este evangelio termina diciendo que, cuando la gente vio que el sordo y mudo empezó a comunicarse con normalidad, todo el mundo llegó al "colmo del asombro". Y decía la gente: "todo lo ha hecho bien". La sinceridad y la libertad para hablar, así como la capacidad de escucha y la paciencia para atender, sin duda son las cosas más difíciles que hay en la relación humana. Pero esto es lo que, antes que nada, tiene que resolver el Evangelio. Y para ello, lo primero que tenemos que hacer es interpretar el Evangelio, no como una "religión" más, sino como un "proyecto de vida" cuyo centro está en la"bondad"y el "respeto con todos".

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