Sábado después de ceniza

Lc 5,27-32
En aquel tiempo, al salir, Jesús vio a un recaudador llamado Leví sentado al mostrador de los impuestos y le dijo: "Sigúeme". Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa y estaban a la mesa con ellos un gran número de recaudadores y otros. Los fariseos y los letrados dijeron a sus discípulos, criticándolo: "¿ Cómo es que co­méis y bebéis con publícanos y pecadores?" Jesús les replicó: "No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos. No he veni­do a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan".
1.  Si Jesús pretendía promover en Galilea un movimiento alternativo, lo más desacertado que podía hacer era meter en el grupo a un recaudador de impuestos. Los recaudadores eran odiados por la gente, porque eran los primeros colabo­racionistas con el poder opresor del Imperio. Además, poner a Leví el "publicano", junto a Judas el "ladrón" (Jn 12,6), ¿no era meterse en el peligro de reunir un colectivo de codiciosos, que no serían precisamente un ejemplo de vida honrada? La respuesta a esta pregunta es tan clara como determinante: para Jesús, había algo mucho más decisivo: cambiar la mentalidad de aquellos hombres, conviviendo él con ellos. El que de verdad convive con Jesús, deja de ambicionar el dinero y solamente ambiciona la felicidad de todos.
2.  Jesús dio un paso decisivo en su vida, y en la historia de las religiones, el día que se fue al gran banquete de los re­caudadores. Desde aquel día, Jesús (con su Evangelio) quedó asociado a aquel grupo de hombres a los que la gente tenía por ladrones e indeseables. El acto de comer juntos -lo que se llamaba el "simposio"- llevaba consigo un tipo de comportamiento que simbolizaba la existencia de sentimientos comunes. Así, Jesús se jugó su imagen pública y su prestigio. Para él, lo decisivo era la cercanía humana a quienes, desde el punto de vista de la religión, se veían como los más indeseables.

3.  Los observantes religiosos, los fariseos y los que se veían como"los más dignos", no podían soportar que un hombre, que influía en la gente, se mezclase así con aquellos despreciables. Es un hecho que los más piadosos y observantes, por eso mismo, se ven como los mejores. Y los mejores no se mezclan con la chusma. Por eso, entre otras cosas, la religión divide tanto a la gente.

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