Mc 7, 24-30
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de
Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo
consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se
enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana,
una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo:
"Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el
pan de los hijos". Pero ella replicó: "Tienes razón. Señor: pero
también los perros debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los
niños". Él le contestó: "Anda vete, que por eso que has dicho, el
demonio ha salido de tu hija". Al llegar a su casa, se encontró a la niña
echada en la cama; el demonio se había marchado.
1. Es verdad que, al final de este relato,
la presencia de Jesús es también salud y vida para la chica que estaba enferma.
Pero también es cierto que, según las palabras del propio Jesús, lo que sanó a
la niña no fue el milagro de Jesús, sino lo que dijo la madre de aquella
muchacha. Y lo que dijo aquella madre fueron unas palabras de tanta humildad y
de tal bondad, que allí mismo se modificó el pensamiento de Jesús y se expulsó
al demonio. La humildad y la bondad de las buenas personas desarman a Dios y
espantan al diablo. No creemos en la fuerza de la bondad, y menos aún creemos
en lo irresistible que es el poder de la humildad. El orgullo, la arrogancia y
la prepotencia son expresiones de la propia inconsistencia y de la propia
debilidad.
2. Sin embargo, este evangelio muestra las
dificultades que generan las religiones por causa de las divisiones y preferencias
que establecen. En el judaismo existía el convencimiento de que los judíos eran
los preferidos de Dios, aunque la salvación alcanzaría también, en segundo
lugar, a los demás pueblos. De esta idea participaba San Pablo (Rom 1,16; cf.
Hech 13,46). Y es el criterio que Marcos refleja aquí.
3. Jesús, educado en la cultura y en la
religión de su pueblo, seguramente participaba de estas ideas. Pero, a juicio
del relato de Marcos, la humanidad y la bondad de una pobre mujer extranjera
fueron más fuertes que todo. Al mismo Jesús le hicieron ver las cosas de otra
manera.
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