Mc 3, 20-21
En aquel tiempo, volvió Jesús con sus
discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al
enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en
sus cabales.
1.
La popularidad de Jesús iba en aumento de día en día. De forma que él
y los que le acompañaban habitualmente se veían literalmente invadidos en su
casa y en su tiempo, de la mañana a la noche. La gente no les dejaba ni tiempo
para comer. Los que acudían en busca de Jesús eran los que se denominaban el óchlos, al que pertenecían los últimos, los
ignorantes, los de más baja condición social, económica y cultural. Por lo
demás, una cantidad tan enorme de gente no podían ser los ricos y los
potentados, ya que personas de esa alta condición había muy pocas en Galilea.
2.
La "gente bien", los que tienen de todo, no suelen necesitar
a Jesús nada más que cuando quieren tranquilizar sus conciencias; o si tienen
problemas de salud, de dinero, de familia... Personas generosas hay en todas
partes. Pero los últimos conectan espontáneamente con la mentalidad evangélica.
3.
La familia de Jesús, no solo no estaba de acuerdo con lo que él hacía
y con la vida que llevaba, sino que además lo tenía por un loco. Seguramente se
avergonzaban de él. Era una familia religiosa de toda la vida y bien
considerada en el pueblo. Nadie en aquella familia había dado que hablar. Y
Jesús se portaba de manera que los "hombres de orden" (fariseos)
andaban diciendo que había que acabar con él. Es lógico que los parientes
pensaran que Jesús no estaba en sus cabales. Y sabemos que la expresión que usa
aquí el relato de Marcos ("hoipar'auton", "aquellos de al lado de él") indica claramente sus
parientes (Prov 31,21; Dan 13,33; Josefo.Ant. 1,193). Es duro para cualquiera
darse cuenta de que la familia piensa así de uno. Jesús pasó por esta
experiencia, como se relata cuando fue a su pueblo, Nazaret (Mc 6,1 -6) o
cuando se dirigía a Jerusalén (Jn 7,1-5).
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