Mc 3, 7-12
En aquel tiempo,
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una
muchedumbre de Galilea. Al enterarse de ¡as cosas que hacía, acudía mucha gente
de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Trasjordania, de las cercanías de
Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que tuvieran preparada una lancha, no lo
fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían
de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus
inmundos se postraban ante él, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios".
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
1.
Una oferta, una noticia, un mensaje...
interesan cuando lo que se ofrece responde a lo que la gente necesita. Si la
oferta que hace la Iglesia no tiene poder de atracción para grandes sectores de
la sociedad actual, sin duda es que se trata de una oferta que ni se entiende,
ni atrae, ni importa a una notable mayoría de ciudadanos. La teología que aprenden
los curas, el catecismo que enseñan los catequistas, la asignatura de religión
que se enseña en los colegios... todo eso, no es que la gente lo rechace, sino
que cada día le interesa a menos gente. A Jesús lo rechazó la religión, hasta
el extremo de que querían matarlo (Me 3,6). Pero, lo mismo en tiempos de Jesús
que ahora, lo que la religión rechaza es lo que tiene fuerza de seducción sobre
la gente. ¿Por qué será esto así? Sin duda alguna, mientras que Jesús provoca
el rechazo de la religión, ese mismo Jesús ejerce una atracción enorme sobre la
mayoría de la gente.
2.
La explicación de este contraste está en
que Jesús fue profundamente humano, al tiempo que la religión se explica y se
vive como algo poco humano o incluso inhumano. La Iglesia hace y dice cosas que
producen rechazo en muchas personas. A veces, se sabe por qué, en otros casos,
ni se sabe. Pero el hecho es que las iglesias y los conventos están cada día
más vacíos. Las ceremonias de la religión no interesan, ni dan respuesta a lo
que mucha gente se pregunta o necesita.
3.
Si hasta "los
espíritus inmundos se postraban ante Jesús" (Me 3,11), eso nos viene a
decir que incluso "las fuerzas del mal" se sentían interpeladas por
lo que hacía y decía Jesús. Sobre todo, por lo que hacía. Cuando la Iglesia se
enfrenta a las causas que provocan el sufrimiento, crece en autoridad y
credibilidad, pero lo paga caro. La presencia de Jesús en la historia sigue
adelante y se palpa en los que no se quedan indiferentes ante el dolor y la
humillación de los pobres, los enfermos, los que sufren.
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