Jueves 1ª semana tiempo ordinario

Mc 1,40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme". Sintiendo compasión, ex­tendió la mano y lo tocó diciendo: "Quiero, queda limpio". La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él le despi­dió encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu pu­rificación lo que mandó Moisés". Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun asi acudían a él de todas partes.
1.  El enfermo del que aquí se habla ("lepros") padecía, según los estudios más competentes (J. Milgrom), una enferme­dad de la piel a la que le salían unas escamas. No era la lepra, tal como nosotros la entendemos ahora, que, a no ser me­diante medicamentos modernos, en aquel tiempo no se curaba. De ahí, las severas medidas preventivas que impone la ley de Moisés (Lev 13-14). Por eso, la llamada "lepra" era una de las enfermedades más detestables en tiempos anti­guos. Por ser tan contagiosa y repugnante, el que la padecía era además considerado religiosamente "impuro". Por eso los leprosos eran expulsados de las ciudades y tenían que vivir en descampado, solos y abandonados. Y la religión los rechazaba como apestados y excluidos.
2.  En este relato, el leproso "se acerca" a Jesús, cosa que prohibía la ley religiosa. Y Jesús "toca" al leproso, lo que estaba también prohibido. Tocar al "impuro" era un acto que "impurificaba", pero en este caso ocurre exactamente lo contrario: lo que, según la religión, "impurifica", cuando lo hace Jesús, "purifica" al impuro. Y Jesús le manda que vaya al sacerdote, para legalizar su situación y así integrar al excluido en la convivencia social. Jesús no quería exclusiones ni excluidos. Ni excomulgó a nadie.

3.  La consecuencia de todo esto para Jesús fue terrible: el relato termina diciendo que Jesús no podía entrar ya en los pueblos y se tenía que quedar en descampado. Jesús se solidarizó con el excluido hasta el extremo de pasar, él tam­bién, a tener que vivir como un excluido. Pero la exclusión "religiosa" no impide la atracción "evangélica": a Jesús, exclui­do por la religión, acuden gentes de todas partes.

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