Mc 1,7-11
En aquel tiempo proclamaba Juan:
"Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme
para desatarle las sandalias. Yo os
he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. Por entonces
llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y el Espíritu bajar hacia él como
una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú
eres mi hijo amado, mi preferido".
1.
Para entender este evangelio, lo primero que se ha de tener presente es
la diferencia que hay entre el "rito"y el "símbolo"
Porque no es lo mismo vivir el bautismo como un rito o vivirlo como un símbolo.
Un rito (religioso) es un conjunto de normas (gestos y palabras) a las que se
atribuye un efecto benéfico determinado, por ejemplo, santiguarse. Un símbolo
es la expresión de una experiencia, por ejemplo un abrazo, un beso, una mirada
(de cariño, de odio, de indiferencia...). Un rito, por sí solo, tranquiliza
la conciencia, pero no cambia la conducta. Un símbolo, que se vive sinceramente,
aumenta el cariño o el odio según los casos. El bautismo, que realizaba Juan
Bautista no parece que tuviera algo que ver con el perdón de los pecados. Esto
es lo que dice F. Josefo {Ant. 18,117).
El bautismo de Juan consistía en una inmersión en el agua, que no era un baño
de purificación, sino el símbolo de uno que se hunde en las aguas de la muerte
y surge de ellas para llevar una vida nueva, es decir, vivir de otra manera.
Aquel bautismo era el símbolo de un cambio de vida. El que era bautizado es
como si naciera otra vez, para emprender una vida distinta.
2.
Jesús acude a donde estaba Juan, se pone en la fila de los pecadores,
los que se veían necesitados de un cambio de vida, los que quizá pensaban que
tenían que nacer de nuevo. Jesús hizo esto como uno de tantos. Él no hacía
teatro, ni representaba un papel del que no estaba convencido. Jesús se fue de
Nazaret persuadido de que tenía que emprender una vida distinta.
3.
Zambullirse en el agua y salir de nuevo simboliza hundirse en la
muerte y renacer a la vida. Jesús abandonó su pueblo, su casa, su familia. Se
quedó solo. Y emprendió una forma de vivir y hablar que le llevó al conflicto,
al juicio, la condena y la muerte. Se "auto-estigmatizó". Y así nos
dijo cómo podemos renovar esta Iglesia y este mundo.
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