Lc 10,1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros
setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y
lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los
obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No
llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie
por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta
casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si
no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que
tengan; porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si
entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los
enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el Reino de
Dios".
1. Estos dos santos, como es sabido, fueron
discípulos de San Pablo y lo acompañaron en sus viajes. En las dos cartas a
Timoteo y en la de Tito aparecen ya como dirigentes estables de sus
comunidades. Estas cartas son de los últimos documentos del Nuevo Testamento.
Y en ellos se advierte una Iglesia más jerárquica y más preocupada por la
verdad de la "doctrina"y
por el ejercicio de
la "autoridad" que por el "radicalismo de vida"que propone el Evangelio. Lo cual es comprensible.
Porque Pablo no conoció a Jesús, el Jesús terreno. Pablo solamente vio a
Cristo, el Señor, el Resucitado, cosa que cuenta varias veces el mismo Pablo
{Gal 1,11 -16; 1 Cor 9,1; 15,8; 2 Cor 4,6) y de la que el libro de los Hechos
nos da cuenta ampliamente (Hech 9,1 -19; 22,3-21; 26,9-18).
2. El radicalismo del Evangelio está
claramente formulado en las indicaciones que Jesús dio a los setenta y dos
discípulos. Es decir, a los que mandó a predicar el Evangelio. La preocupación
de Jesús no fue ni la doctrina, ni el ejercicio de la autoridad, ni la
organización del grupo. Para Jesús, lo importante era que no debían llevar
nada: ni provisiones, ni dinero, ni calzado. Jesús estaba convencido de que el
ejemplo de la propia vida puede más que todo lo que se pueda llevar en una
maleta o tener seguro en una cuenta corriente. En esto, mientras el clero no
tenga total trasparencia y goce de credibilidad, poco podrá hacer la Iglesia.
3. Los que hablamos del Evangelio tenemos
que ser, ante todo, gente de paz. Si provocamos divisiones y malestar, mejor
es que nos dediquemos a otra cosa. Y antes incluso que la paz, el ejemplo de
nuestras vidas.
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