26 DE ENERO - San Timoteo y San Tito


Lc 10,1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan; porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reci­ben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el Reino de Dios".
1.  Estos dos santos, como es sabido, fueron discípulos de San Pablo y lo acompañaron en sus viajes. En las dos cartas a Timoteo y en la de Tito aparecen ya como dirigentes estables de sus comunidades. Estas cartas son de los últimos do­cumentos del Nuevo Testamento. Y en ellos se advierte una Iglesia más jerárquica y más preocupada por la verdad de la "doctrina"y por el ejercicio de la "autoridad" que por el "radicalismo de vida"que propone el Evangelio. Lo cual es com­prensible. Porque Pablo no conoció a Jesús, el Jesús terreno. Pablo solamente vio a Cristo, el Señor, el Resucitado, cosa que cuenta varias veces el mismo Pablo {Gal 1,11 -16; 1 Cor 9,1; 15,8; 2 Cor 4,6) y de la que el libro de los Hechos nos da cuenta ampliamente (Hech 9,1 -19; 22,3-21; 26,9-18).
2.  El radicalismo del Evangelio está claramente formulado en las indicaciones que Jesús dio a los setenta y dos discípu­los. Es decir, a los que mandó a predicar el Evangelio. La preocupación de Jesús no fue ni la doctrina, ni el ejercicio de la autoridad, ni la organización del grupo. Para Jesús, lo importante era que no debían llevar nada: ni provisiones, ni dine­ro, ni calzado. Jesús estaba convencido de que el ejemplo de la propia vida puede más que todo lo que se pueda llevar en una maleta o tener seguro en una cuenta corriente. En esto, mientras el clero no tenga total trasparencia y goce de credibilidad, poco podrá hacer la Iglesia.

3.  Los que hablamos del Evangelio tenemos que ser, ante todo, gente de paz. Si provocamos divisiones y malestar, me­jor es que nos dediquemos a otra cosa. Y antes incluso que la paz, el ejemplo de nuestras vidas.

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