Jn l,
19-28
Este es el testimonio de Juan, cuando los
judíos enviaron desde ferusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le
preguntaran: "¿Tú quién eres?" Él confesó sin reservas: "Yo no
soy el Mesías". Le preguntaron: "¿Entonces, qué? ¿Eres tú
Elias?" Él dijo: "No lo soy". "¿Eres tú el Profeta?"
Respondió: "No". Y le dijeron: "¿Quién eres? Para que podamos
dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?" Él
contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: allanad el camino del
Señor (como dijo el profeta Isaías)". Entre los enviados había fariseos y
le preguntaron: "Entonces, ¿porqué bautizas si tú no eres el Mesías, ni
Elias, ni el Profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua: en
medio de vosotros hay uno a quien no conocéis, el que viene detrás de mí, que
existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la
sandalia". Esto pasaba en Be-tania, en la otra orilla del Jordán, donde
estaba Juan bautizando.
1. Como bien indica uno de los mejores
comentaristas del IV evangelio, Raymond E. Brown, la aparición de Jesús (en la
sociedad y en la historia) se abre con el testimonio de Juan Bautista. En los
evangelios sinópticos se nos habla de la hostilidad entre Juan 8autista y las
autoridades judías (Mt 3,7; 21.32). Pero los sinópticos no hablan de un
enfrentamiento directo desde el primer momento. El evangelio de Juan se refiere
directamente, y desde el comienzo del gran relato, de "los judíos" (los
que siendo de origen judío rechazaban a Jesús) atacando ya a Jesús. Todo el
evangelio de Juan es un gran proceso de los representantes de la religión
contra Jesús. Un proceso que va a terminar en la peor muerte con que se podía
ejecutar a alguien en aquellos tiempos.
2. En los sinópticos, Jesús identifica el
papel de Juan Bautista con el de Elias (Mt 11,14; Me 9,11-12; Le 1,17). Aquí,
Juan Bautista no acepta ni ese título, niel de "un profeta como Moisés"
(como aparece anunciado en los manuscritos del Mar Muerto). El único título que
acepta Juan Bautista es el de"una voz que clama en el desierto" Juan
se veía a sí mismo como un "nadie". Porque una mera voz no es una
persona. Una voz que clama es un grito, una llamada, una súplica, una
protesta... Donde solo hay voz es que esa voz merece crédito por lo que dice.
Es un dolor, una desgracia, que la Iglesia funcione de forma que necesita
tantas cosas para terminar, a fin de cuentas, no allanando, sino complicando el
camino del Señor. La voz de la Iglesia, cada día que pasa, se oye menos, se
entiende menos. La esperanza, que tenemos en este momento, es el papa
Francisco, el nuevo obispo de Roma, cuya voz clama en este mundo desierto de
bondad y de sensibilidad ante tanto dolor, tanta hambre, tanta violencia y
tanta injusticia.
3. La voz, que es Juan, sigue diciendo: "En medio de vosotros hay uno a
quien no conocéis". Jesús sigue siendo el gran desconocido. Y está en medio de nosotros.
Está en el otro, sea quien sea. Lo que ocurre es que carecemos de la mirada que
descubre la presencia de Jesús en los niños, en los enfermos, en los
maltratados...
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