2 de enero - segunda semana de navidad

Jn l, 19-28
Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde ferusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: "¿Tú quién eres?" Él confesó sin reservas: "Yo no soy el Mesías". Le preguntaron: "¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elias?" Él dijo: "No lo soy". "¿Eres tú el Profeta?" Respondió: "No". Y le dijeron: "¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?" Él contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor (como dijo el profeta Isaías)". Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: "Entonces, ¿porqué bautizas si tú no eres el Me­sías, ni Elias, ni el Profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua: en medio de vosotros hay uno a quien no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia". Esto pasaba en Be-tania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
1.  Como bien indica uno de los mejores comentaristas del IV evangelio, Raymond E. Brown, la aparición de Jesús (en la sociedad y en la historia) se abre con el testimonio de Juan Bautista. En los evangelios sinópticos se nos habla de la hos­tilidad entre Juan 8autista y las autoridades judías (Mt 3,7; 21.32). Pero los sinópticos no hablan de un enfrentamiento directo desde el primer momento. El evangelio de Juan se refiere directamente, y desde el comienzo del gran relato, de "los judíos" (los que siendo de origen judío rechazaban a Jesús) atacando ya a Jesús. Todo el evangelio de Juan es un gran proceso de los representantes de la religión contra Jesús. Un proceso que va a terminar en la peor muerte con que se podía ejecutar a alguien en aquellos tiempos.
2.  En los sinópticos, Jesús identifica el papel de Juan Bautista con el de Elias (Mt 11,14; Me 9,11-12; Le 1,17). Aquí, Juan Bautista no acepta ni ese título, niel de "un profeta como Moisés" (como aparece anunciado en los manuscritos del Mar Muerto). El único título que acepta Juan Bautista es el de"una voz que clama en el desierto" Juan se veía a sí mismo co­mo un "nadie". Porque una mera voz no es una persona. Una voz que clama es un grito, una llamada, una súplica, una protesta... Donde solo hay voz es que esa voz merece crédito por lo que dice. Es un dolor, una desgracia, que la Iglesia funcione de forma que necesita tantas cosas para terminar, a fin de cuentas, no allanando, sino complicando el camino del Señor. La voz de la Iglesia, cada día que pasa, se oye menos, se entiende menos. La esperanza, que tenemos en es­te momento, es el papa Francisco, el nuevo obispo de Roma, cuya voz clama en este mundo desierto de bondad y de sensibilidad ante tanto dolor, tanta hambre, tanta violencia y tanta injusticia.

3.  La voz, que es Juan, sigue diciendo: "En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis". Jesús sigue siendo el gran des­conocido. Y está en medio de nosotros. Está en el otro, sea quien sea. Lo que ocurre es que carecemos de la mirada que descubre la presencia de Jesús en los niños, en los enfermos, en los maltratados...

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