21 DE DICIEMBRE - DOMINGO 4o de Adviento
Lc 1,26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue
enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen
desposada con un hombre llamado ¡osé, de la estirpe de David; la virgen se
llamaba María. El ángel, entrando a su presencia, dijo: "Alégrate, llena
de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres". Ella se
turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le
dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás
en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande,
se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y
María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?" El
ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del
Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el santo que va a nacer se llamará
Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para
Dios nada hay imposible". María contestó: "He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra". Y la dejó el ángel.
1. El sitio-, lo
que aquí se cuenta, tan trascendental para la humanidad, sucede en Galilea, la
región de los que en Israel se tenían por ignorantes, impuros, con los que no
había que relacionarse (M. Pérez Fernández). El desprecio de los antiguos por
los galileos era tan fuerte, que, en el año 362, el emperador Juliano le
escribió una carta al presidente del Eufrates, Artabio, en la que le hablaba
de "la estupidez de los galileos" (G. Luchetti). Era famoso el dicho
de Yojanán ben Zakkai: "Galilea, Galilea, tú odias la Toráh". En un pueblo perdido, de un sitio así,
Dios se hace presente. Es el estilo del Dios que se revela en Jesús. Así son
las costumbres del Dios de Jesús.
2. La persona: central
en el relato es María, una mujer desconocida y humilde, de ta que se dice que
era "virgen", una palabra que, en el judaismo de aquel tiempo, designaba
a una muchacha, desde su pubertad hasta su primer alumbramiento. El relato de
Lucas quiere destacar que el hecho prodigioso, que sucedió en María, es mucho
más importante que el de su parienta Isabel. El texto no habla de la virginidad
biológica de María, sino de su fidelidad total a Dios. El Magisterio de la
Iglesia ha predicado siempre la virginidad biológica de María. Pero una
virginidad así, la puede tener una mujer a la que se le ha hecho una
inseminación artificial y luego se le ha practicado una cesárea. Esa mujer
sería "madre" y "virgen" (K. Rahner). Es evidente que la
virginidad de María se refiere a una cualidad superior que Dios le concedió,
al ser la madre de Jesús.
3. El mensaje: de
María va a nacer el Mesías que esperaba Israel. Y mucho más de lo que esperaba.
Este texto se escribió cuando ya se tenía conciencia de lo que dice san Pablo
en Rom 1,3-4: el hijo de David fue constituido, "por su resurrección", Señor e Hijo de Dios. Aunque Lucas no
conociera este texto de Pablo, lo que dice el texto era ya conocido en la
Iglesia.
22 DE DICIEMBRE-LUNES
Lc 1,46-56
En aquel tiempo, María dijo:
"Proclama mi alma la grandeza del Sefior, se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes
por mí: su nombre es santo. Y su misericordia llega a sus fieles de generación
en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de
corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a
Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-, en favor de Abrahán y su descendencia para siempre".
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
1.
Sea cual sea el origen histórico de este himno, lo que interesa es
saber que el evangelio pone en boca de María el sentimiento de alabanza a Dios.
Solo ese sentimiento, aunque ella se veía como una "esclava
humillada". Mucha gente, cuando se ve así, se deprime, posiblemente se
desespera y hasta puede suceder que maldiga la hora en que nació. María era
una mujer en la que no había ni desesperación, ni amargura, ni resentimiento.
¿Por qué?
2. Porque María no cree en el Dios terrible,
amenazante y violento que aparece muchas veces en la Biblia. En más de cien
ocasiones Yaweh ordena matar a personas. Y se sabe que en la Biblia hay cerca
de cien textos en los que la "ira santa" amenaza con muerte y
destrucción (Raymund Schwager). María solo cree en el Dios de la misericordia.
Según es el Dios que da sentido a nuestra vida, así son los sentimientos que
cada cual alimenta y contagia a los demás. La gente religiosa, que juzga,
rechaza y desprecia, demuestra así que cree en un Dios que nada tiene que ver
con el Dios de Jesús, el Dios del que nos habla el Evangelio.
3. El problema preocupante, que plantea el Magníficat, está en que nuestro comportamiento en la
vida no coincide con el proyecto de Dios. Dios quiere cambiar por completo las
situaciones (sociales y económicas) establecidas. Pero, con demasiada
frecuencia, nosotros no colaboramos con su proyecto, sino que hacemos lo
contrario. Por eso los soberbios, poderosos y ricos siguen en sus tronos,
mientras que los humildes y hambrientos aumentan cada día. Ahora mismo hay mil
millones de seres humanos que se mueren de hambre. Y, además, la distancia
entre ricos y pobres es cada día más grande. Tener devoción a la Virgen, buscar
a Dios, creer en Jesús, todo eso exige y presupone que no podemos vivir
tranquilos en un mundo tan canalla y tan loco.
23 DE DICIEMBRE-MARTES
Lc 1,57-66
A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a
luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había
hecho una gran misericordia y la felicitaban. A los ocho días fueron a
circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre
intervino diciendo: "No, se va a llamar Juan". Le replicaron:
"Ninguno de tus parientes se llama asi". Entonces preguntaron por
señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:
"Juan es su nombre". Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se
le soltó la boca y la lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos
quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de f
Judea. Y
todos los que lo oían reflexionaban diciendo: "¿Qué va a ser este
niño?" Porque la mano de Dios estaba con él.
1. El nacimiento de Juan prepara el
nacimiento de Jesús. Juan recibió la circuncisión, como también Jesús. Así
queda claro que ambos, no solo nacieron en el pueblo de Israel, sino además que
pertenecían a la religión de Israel. Pero los dos-cada uno en su papel-no se
limitaron a ser meros "cumplidores" de aquella religión, sino que fueron
audaces "innovadores". Juan y Jesús se dieron cuenta de que la
religión del templo y de los sacerdotes, de los sacrificios y el culto, de las
leyes y las prohibiciones, no es la religión que necesita nuestro mundo, ni la
que nos va a llevar a Dios, porque no hace lo que hizo Dios. Dios se abajó y se
humanizó. La religión del templo y los rituales se enaltece y se erige en un
sistema de poder y gloria. Una religión así, necesita ser innovada, renovada,
modificada.
2. La primera innovación, en el caso de
Juan, fue el nombre. No le llamaron Zacarías, como esperaba la gente, sino
Juan, que significa "Yahvé
es clemente". Ya
en Juan Bautista se esboza una nueva imagen de Dios. La clemencia y no la
rigidez o la violencia, es lo que caracteriza al Dios que precede a Jesús. El
Dios que se nos revela en Jesús.
3. Como ya se ha dicho en este libro, Juan
nació en una familia en la que el padre (Zacarías) era sacerdote, y la madre (Isabel) era de la familia de Aarón (Lc 1,5), la principal familia sacerdotal
de Israel. Es decir, Juan pertenecía al clero judío por los cuatro costados y,
sin embargo, Juan no se fue al templo, sino al desierto (Lc 1,80). Ya con eso anunció que la salvación
no viene ni del clero ni del templo, sino de donde menos se imagina la gente.
24
DE DICIEMBRE -
MIÉRCOLES
Lc 1,67-79
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan,
lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: "Bendito sea el Señor, Dios
de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza
de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había prometido desde
antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de
nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la
misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento
que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y justicia, en
su presencia todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del
Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos, anunciando a
su pueblo la salvación, el perdón de los pecados. Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a ¡os que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar
nuestros pasos por el camino de la paz".
1. Zacarías había estado mudo varios meses.
Cuando pudo hablar, no se quejó, ni pidió explicaciones a Dios, ni se quejó
ante la gente, ni pretendió justificarse por lo que había hecho. Sencillamente,
lo primero que hizo fue bendecir al Señor. Zacarías era un hombre bueno, un
hombre de Espíritu, motivado por buenos deseos. En todo esto, Zacarías es un
ejemplo que todos los que pretendemos que Jesús venga y nos saque del extravío
de este mundo, tendríamos que imitar.
2. Pero con frecuencia ocurre que también
las buenas personas, quizá sin darse cuenta de lo que les pasa, abrigan sentimientos
que no son buenos, ni aportan bondad. Porque es un hecho que, según se da a
entender en este himno o mensaje, Zacarías creía en un Dios nacionalista, para
el que son enemigos los enemigos que odian a un pueblo determinado. Los
enemigos de Israel eran enemigos de Dios. En los evangelios, páginas adelante,
veremos que Dios no es así. El Dios de Jesús no es nacionalista y, menos aún,
xenófobo. Cada cual debe amar a su pueblo, su cultura y su patria. Pero nadie
debe despreciar a los demás, sean de donde sean.
3. Como decimos que Dios es trascendente y,
por tanto no está a nuestro alcance, cada pueblo, cada nación, cada grupo
humano y cada individuo se lo imagina como puede o quizá como le conviene.
Nosotros, los humanos, no podemos conocer a "Dios en Sí". Solamente
conocemos las "representaciones de Dios"que los mortales nos hacemos.
Por eso hay tanta gente, que son buenas personas y, sin embargo, creen en un
Dios que se identifica con los de mi país, los de mi partido o los de mi grupo,
y rechaza a mis enemigos o a los que me odian. A veces, los que se ven como
"buenos" utilizan a Dios como les conviene. Y eso, ni lo quiere
Dios, ni le hace bien a nadie.
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